miércoles, 24 de septiembre de 2014

LA CASA #7


    
          
- No me vas a preguntar, ¿cómo me ha ido esta mañana en el pueblo?

 Carlos hizo la pregunta mientras se recolocaba buscando una posición más cómoda en la butaca de plástico blanco en la que estaba sentado .Una posición que no encontraría a pesar del mullido cojín que recubría la tumbona. La duda llevaba encallada todo el día, molestándole, como un resto de carne que se le hubiera quedado entre los dientes, inflamándole las encías, además ahora se le había añadido la cena; un filete de merluza con ensalada que habían decidido que la noche era joven y se revolvían bailando poseídos por el rock ácido del estómago.

Laura estaba en otra, un par de metros más a su derecha, sumida en la lectura de un libro que había seleccionado de entre los de la biblioteca. Era una novela gruesa, una edición de calidad con tapas duras, El Resplandor se titulaba. Una manta de viaje de cuadros rojos sobre el regazo la resguardaba del fresco nocturno.

- Laura cariño, ¿no me has oído?.

- Un segundo. Dijo sin levantar los ojos de las letras. Los treinta que tardó en buscar un punto donde dejar la lectura se hicieron espesos, lentos como si Dios hubiera pulsado el avance fotograma a fotograma en la moviola de sus vidas.

- ¿Qué decías?

- ¿Qué si no me vas a preguntar cómo me ha ido esta mañana?. Repitió

- Lo había olvidado. Pero supongo que bien, ¿no?. Te habrán dicho que no te preocupes. No creo que vayan a hacer o puedan hacer nada más. En realidad sólo era un minino muerto. 

Si hubiera sido un concurso de esos de: “¿Conoce usted a su Pareja?” Hubieran ganado el premio gordo. Laura dijo prácticamente palabra por palabra lo que había previsto que iba a decir. En su cabeza se oyó un click. No sabría explicarlo mejor, fue como un crujido, el chasquido de una articulación. Un pestillo se había soltado.
-Laura, tengo que contarte algo:

Esta mañana cuando he ido a enseñar la foto. El gato había desaparecido. Carlos hizo una pausa para escrutar el rostro de su mujer en busca de algún signo de sorpresa, no lo halló. Otro click sonó en el fondo de su cabeza. No me refiero a que la foto se hubiera borrado; no, me refiero a que el gato, no era el gato que encontró Paula y que yo fotografié. No; era un gato muerto normal y corriente y no uno mutilado y crucificado. Sí Laura, un gato grotescamente torturado. El producto de alguna mente enferma que se deleita con el sufrimiento. Es por eso que me he preocupado, porque no me gusta la idea de que mi familia estuviera cerca de monstruo como ese. Pero la maldita foto no estaba. Luego llegué a casa y desenterré el cadáver y tampoco había rastro del gato mutilado. En la fosa sólo está el cadáver de un gato muerto de viejo.

Cuando acabó su pecho subía y bajaba como si acabara de correr los 100 mts. lisos. Durante el relato se había levantado acercándose hasta donde estaba su mujer, arrodillándose se a su lado observándola y dando énfasis a sus palabras al mismo tiempo. Esperó. 

- Carlos, ¿qué quieres que te diga? Sinceramente creo que sólo era un gato muerto y que tú…. sólo has visto lo que querías ver. Apostilló Laura. Las últimas palabras las pronunció con sumo cuidado, casi las susurró, quizás con la esperanza de que su marido no las oyera o quizás simplemente fueron un pensamiento que se escapó. Fuera lo que fuese era la verdad, su verdad. Se pasó las manos por el cabello que tenía recogido en una cola de caballo.

- Bueno se hace tarde y tengo sueño, será mejor irse a descansar. Continuó diciendo, a la vez que hablaba desvió la mirada intentando no cruzarla con la de su marido que no la apartaba de ella mientras seguía arrodillado a su vera. Apartó la manta y cogió la novela de su regazo e hizo el ademán de levantarse para irse a la cama. Para reforzar el mensaje sentenció a modo de colofón.

 - Todos estamos cansados, mañana será otro día y verás las cosas con más claridad.

Sabía que se movía por arenas movedizas por eso lo más prudente era zanjar el tema y desaparecer. 

¡Click! El último pestillo había cedido. Sintió como una ola de ira calida le ascendía desde el vientre y como calcinaba todo a su paso.   

Carlos apoyó la mano derecha en el muslo izquierdo de su mujer. Los dedos estaban curvados, formando una garra que la obligó a permanecer sentada.

- ¿Qué estás insinuando?, ¿QUÉ ESTOY LOCO? ¡¿QUÉ NO SÉ LO QUE VI?!

El tono de voz se alzó hasta convertirse en un grito.

- Carlos, por favor vas a despertar a la niña, suéltame, me haces daño.

- Eso la niña. Tú crees que la niña gritaría como lo hizo, por un gato que parecía dormido, o acaso ESO TAMBIÉN ME LO HE INVENTADO.

- Carlos, no he dicho que te lo hayas inventado, sólo que estás cansado. Ha sido un año duro para todos,  además.. Laura prefirió no acabar la frase pero era demasiado tarde. El hombre no necesitó oír más.

- ADEMÁS ¿QUÉ?....ADEMÁS ¿SOY UN HISTERICO? Declamó como dirigiéndose a un público ficticio

- Carlos. ¡Para ya!, por favor, la niña.

La presa que la mano hacia sobre el muslo aflojó por un instante la presión. Laura aprovechó para zafarse de ella poniéndose de pie y haciendo que Carlos perdiera el equilibrio y cayera quedando sentado sobre el piso de madera del porche en una postura un tanto ridícula.

- Es mejor que no subas al dormitorio. Dijo.

- TÚ SABES LO QUE HA PASADO ¿VERDAD?, TÚ PUSISITES ALLÍ ESE GATO, TÚ BORRASTES LA FOTO Y TÚ CAMBIASTES EL GATO….TÚ QUIERES QUE ME VUELVA LOCO, TODOS ESTOS AÑOS LO HAS INTENTADO; TUUÚ!! Mordía las palabras a la vez que las pronunciaba.

- No sabes lo que dices, estas mal, muy mal de la cabeza. Me y estás asustando. No sé como has podido llegar a pensar esa tontería. Será mejor que descanses. Diciendo esto entró en la casa y cerró la puerta tras de sí. Ahora el click que Carlos pudo oír fue el de la cerradura de la puerta principal y del cerrojo de seguridad que hacía inútil la llave. Aquella noche dormiría en el coche.
Continuará....

LA CASA#8

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