jueves, 30 de octubre de 2014

Mi Blues nació en un tren de Renfe

-despierta salvaorillo, que nos vamos a la capital a que te vea el médico y luego a la pastelería que hay frente a la estación a comprarte unos pasteles de hojaldre de esos que tanto te gustan con merengue por dentro. ven, que te pongo la ropa y tomas la leche caliente..

Era invierno en mi pueblo y la casa antigua de vigas de madera y techo de cañas y barro no era muy reconfortante, pero era mi casa, mi castillo, mi pista de carreras en bici y mi salón de recreo y tareas en la mesa de camilla con el brasero de carbón y mi gata ''Sana'' pendiente de mí desde que la recojimos siendo un cachorro mi madre y yo un sábado por la mañana despues de venir de compras. Acabó llamándose así porque yo tendría unos tres años y media lengua, se bautizó con el nombre de Sara por Sara Montiel, famosísima por aquella época 69/70 y yo era incapaz de pronunciar la ''R''. Lo recuerdo todo perfectamente, a pesar de tener solo tres añitos.

Mi pueblo era próspero, estaba junto al valle del Andarax bajo, junto a cientos de hectáreas de naranjos y cada año venían un montón de hombres de fuera a la recolección del cítrico.
Las costumbres de la época:  para ir a la capi, había que engalanarse y a mí me tocaba ir en pantaloncitos cortos y zapatos, pero con un abrigo! Qué frío pasaba en las piernas.
Salimos de casa andando hasta la estación, apenas a un kilómetro de donde vivíamos. Era (y es, aún se conserva) muy pequeñita, coqueta, casi como una casita de cuento y por allí siempre andaba algún Guardaagujas con su mono amarillo y el interventor con su gorra de plato y sus mangas blancas poniendo sellos a los billetes que expendía.
Desde mi poca altura veía pulular por la estación varias personas, todas me parecían gigantes, misteriosas, gente muy seria, algunos, tristes. Los recuerdo en tonos grises y marrones, quizá por el reflejo de los tonos del cielo de invierno o porque eran así realmente. El caso es que mi instinto me hacía permanecer cerca de mi madre, la cual se encargaba tambien de meterme el miedo en el cuerpo.
No sé exactamente cuanto tiempo estaríamos esperando la llegada del tren a la pequeña estación, mi mente me desbordaba de imaginación y el concepto tiempo para mí no existía, pero sí recuerdo las señales de alerta cuando se acercaba el tren: hacían sonar una campana mediana que colgaba de una especie de farola, los trabajadores empezaban a advertir a pulmón y de repente todo el mundo parecía despertar de aquel reposo lánguido.
El suelo empezaba a temblar y un temblorcillo me daba a mí tambien, me fascinaba esa mole de hierros que se movía por aquellas vías puestas en el suelo descansando sobre enormes vigas de madera. Recuerdo ese olor tan particular entre madera, hierros, aceites y combustible que dominaba la zona y veía llegar el tren como un espectro con vida propia, serio, impasible, constante y ruidoso.
Abrían las puertas, dejábamos salir a alguien y subíamos. Nuevos olores, sensaciones. Anónimos solitarios, mujeres sin maquillar, algunas sin brillo en la cara, sin alegría. Tipos enjutos, misteriosos, de mirada perdida, sin querer cruzarla con nadie, absortos por su pellizco en el alma..

Buscábamos dos asientos consecutivos y nos sentábamos a esperar que la bestia de acero gruñera y empezara a moverse...
Lo hacía muy despacio, perezosamente, como si fuera a desfallecer por agotamiento de un momento a otro, exhalando grandes bocanadas de aire de un solo golpe de pulmón y cada media vuelta de sus ruedas eran como una pisada de los dioses sobre la tierra. Retumbaba todo debajo de los asientos y miraba al suelo temeroso de que se pudiera rajar y me engullera la bestia, pero lejos de eso, retomaba su  marcha de ritmo cíclico, con una cadencia embelesadora, parecía que cantaba la máquina entre el ruido del motor y las juntas de las vías, que cortadas y unidas a la misma distancia y junto con la velocidad del tren, ofrecían su particular hilo musical, una música que se me quedó grabada en lo más profundo de mi ser y algo de ese ritmo cadencioso me acompaña desde entonces...


Se mojó los dedos en saliva para terminar de arreglarse el pelo, el agua se acabó despues de que los dos se lavaran la cara y había que salir presentables de aquel granero donde habian pasado parte de la noche despues de actuar en aquel tugurio de mala muerte tres horas a cambio de bebida gratis y unos pocos dólares. No era mucho, pero suficiente para comer algo, comprar unas cuerdas nuevas para la guitarra y esperar que pasara algún tren y encaramarse a él y poder llegar algún día a la gran ciudad donde poder actuar en locales limpios y ganar algo más de dinero...

-Sonny, tu harmónica está bien limpia? ya sabes que cuando lleguemos a la ciudad te van a pedir que pongas a andar ese tren con ella. Llevamos mucho tiempo viajando desde que dejamos la cosecha de algodón y nos merecemos algo mejor en la vida, pero mientras lo conseguimos hay que dejarse la piel tocando cada noche
-no tienes de qué preocuparte, Rosetta, termina de poner esas cuerdas y vámonos, estás muy guapa, no te retoques más, el vestido está bien y mi harmónica reluce bien limpia y guardada en el bolsillo de mi abrigo. cuando la toque mañana, esos negros querrán salir corriendo pensando que les atropella un tren de verdad!
-al menos puedes bromear todavía, Sonny
-yo tambien he dejado atrás a mis padres y mis hermanas, Rosetta. Sufro la misma angustia que tú, pero lo vamos a conseguir, oh, precious Lord!


Nuestro tren se movía ya a plena máquina, berreando en repetidas ocasiones cada vez que se acercaba a una población, como advirtiendo de que el transformer llegaba y nadie podría pararlo.
Llegábamos a la gran ciudad y para mí era como llegar a otro mundo. Todo era más grande, había infinidad de personas andado rápido hacia cualquier dirección. Todas llegaban tarde a donde quisiera que fuesen. Allí no dejaban tener bicicletas a la gente? En mi pueblo teníamos todos una y las usábamos para casi todo, hasta para hacer la tarea, jeje
En la ciudad las mujeres se arreglaban mucho, aunque no fuera domingo. Y los hombres iban tambien muy presentables, parecía que se iban a casar todos, con esas chaquetas tan limpias y los pantalones planchados y con una ralla en medio y una cuerda colgando de la camisa. Nunca había visto eso.
-''se llama corbata'' me dijo alguien
-y para qué sirve? pregunté
-ee..estooo, es para ir más guapo, hace bonito.


-despues de atravesar varios estados y tras muchos días de correr para subirnos al primer tren que veíamos, parece que algo está cambiando, no crees, Rosetta?
-creo en la bondad del Señor y espero que nos ayude a poder seguir cantando nuestro gospel a la gente, pero quiero ser una persona igual a las demás y poder entrar a comer a los sitios igual que los blancos. Soy una persona, Sonny, somos personas!
-nadie nos va a ayudar en esto, Rosetta, pero yo estoy seguro que alguien nos verá actuar algún día y nos llevará a un buen hotel a comer cosas que no sabemos que existen y vamos a actuar en esos teatros de los que hemos oido hablar. cómo serán esos sitios? será un bar grande, con muchas camareras?
-no seas obsceno, Sonny, el Señor te va a castigar.
-sólo preguntaba, es que tengo curiosidad por ver un teatro de esos por dentro. tendrán sillas para todos?
-no lo sé Sonny, los blancos no salen cansados ni sucios



La visita al médico llegaba a su fin D. Indalecio Casinello era un Pediatra al que le debo la vida varias veces y se lo tengo que agradecer públicamente.
De nuevo en la calle y tras mirar varios cristales con cosas  extrañas dentro, llegábamos a la pastelería. Brillaba desde fuera, estaba todo lo limpia que puede estar una pastelería de capital en 1970 y rebosaba de bollos, pasteles, frutas en almíbar, golosinas de todos los colores y formas y cualquier tipo de dulce que se pueda pensar

De vuelta en el pueblo y ya desde mi casa, no perdía ocasión de asomarme al balcón cada vez que oía aproximarse un tren. Muchas veces eran de minerales, totalmente herméticos con una cubierta en forma de casa con tejas, llevados por dos máquinas de diesel, generalmente una a la cabeza y otra en cola.
Contaba los bagones: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, once, doce, nueve, diez, ocho...me liaba
Recuerdo que quería imitar todo lo que veía y escuchaba y el tren no iba a ser menos. Quería silbar, hacía el famoso '' pii piii, chucu chucu..'' hasta que más mayorcete descubrí que con dos palos del suelo y un perol podía hacer un ruido parecido.
Me fascinaba el tra-ca-tra del tren..


-Rosetta, no lo vas a creer, acabo de ver a Muddy Waters salir de un local con unos blancos, dice que ha estado tocando con ellos y que lo invitan a irse con ellos a su país a enseñarles nuestro Blues
-Los blancos tocando con Muddy? alabado sea el Señor! y qué blancos son esos? y dices que se va a otro país?
-Sí, dice que se llaman Rolling Stones o algo así y son ingleses
-Ingleses? y qué nombre es ese de Rolling, acaso no los bautizan en ese sitio? qué apodo más extraño.


1976 Crecíamos y necesitábamos ir a otros colegios y hubo que trasladarse a la ciudad. No me gustó nada el cambio. No podía tener bici, ni salir a jugar a la calle, no había campo donde ir a jugar ni correr con los perros, ni ir al río en busca de alguna piedra extraña. No había ranas que cazar ni pastores a quien saludar, hubo que adaptarse a la nueva forma de vida tan impersonal y superflua, rodeado de extraños con prisas todos los días.
Descubrí cosas diferentes, gente diferente, otras formas de ver la vida, pero cada noche al acostarme, en el silencio de mi cuarto escuchaba ese tren en mi cabeza, me subía en él y me iba a mi pueblo, con mis amigos, mi gata y mi bici. El tren. Ese viejo tren..



-llevas toda la tarde ahí sentado en la cama de la habitación tocando la harmónica. te encuentras bien, Sonny? estoy preocupada
-a este viejo le duelen las rodillas, pero no hay que preocuparse, esta noche saldré ahí fuera y volveré a tocar como hace veinte años, Rosetta. Este tren no se va a parar aquí, aún quedan más estaciones por las que pasar.
-tú crees que el público se enfadaría si tocas sentado? igual es una falta de respeto..
-no le voy a faltar nunca el respeto a la gente, hemos luchado muy duro para llegar aquí y pienso llegar de pié al fin de mis días.


Sí amigos, esto es el tren, mi tren, el tren de la vida cada nota de la harmónica de Sonny o cada sílaba de Rosetta es media vuelta de las ruedas del tren, de su tren, ese tren al que tuvieron que subir un día para llegar adnde el destino les estaba esperando. No tienen miedo de su memoria, generación tras generación los descubre y los disfruta. Yo los amo igual que amo mis raíces, mi entorno, mis costumbres y mi música. Esa que me fué entrando en las venas y se convirtió en parte de mi genética através de las vías del tren que pasaba por mi pueblo desde mucho antes que yo naciera y me metió el ritmo en el cuerpo. Me rezó Góspel, me cantó Soul y me enamoré con un Blues y cuando no tengo fuerzas para levantarme porque me duele la vida, me agarro al hijo bastardo del Blues, el ROCK!!

Porque cada nota de un Blues es un llanto del alma, es un grito de esperanza y de libertad para un pueblo, es una música atemporal que nace de una necesidad atemporal de ser libre y encontrar el amor.
Quieres cantar Blues?- sube al tren
Quieres tocar Blues?- haz andar a ese tren. El te irá diciendo el camino



-dime una cosa, Rosetta, crees que estos chavales se enfadarán por ponerles esta canción?
-no creo, Sonny, son unos chavales muy abiertos de mente, no es nuestra época.
-mientras nos escuchen, siempre será nuestra época.


paralelismos? para mí, todos. yo lo siento y lo creo así.

mantengo humildes mis orejas:)
 



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