sábado, 8 de noviembre de 2014

LA CASA#12








La sensación térmica en la espesura del bosque era varios  grados más fría. La noche se pegaba a todo como una película negra que apenas si dejaba ver donde pisaba. La luz de la luna estaba tamizada por una inmensidad de agujas de coníferas.
 El hombre avanzaba torpemente por entre los cedros, pinos y abetos como en un eslalon ralentizado. Mientras fintaba troncos negros, el fresco olor a pino luchaba con el del limón podrido en las fosas nasales requemadas de Carlos. Sin embargo la verdadera lucha se llevaba a cabo no muy lejos, en otra parte de su cabeza.

El miedo se había subido a horcajadas sobre sus hombros y le susurraba cosas. Cosas horribles que se negaba a creer. ¡No y no! Él no podía haber perdido el juicio. No podía ser tan simple como eso, era imposible. Algo no cuadraba allí, algo no había cuadrado desde el principio, desde que vio aquella maldita casa en la pantalla del ordenador, en su propia casa.
 El tenía una especial sensibilidad  para aquellas cosas. Sí, no podía negarlo y lo supo desde el principio, aquello no era buena idea y por alguna razón no deberían haber venido. Pero como siempre pasaba no pudo demostrarlo simplemente  fue otra pega más, una más de sus rarezas. Aquellas rarezas, como las llamaba Laura le habían acompañado  desde bien joven y desde esa tierna edad, aprendió a llevarlas en silencio por miedo a convertirte en un bicho raro oficial. Pero el silencio no hace que desaparezcan, te siguen durante toda la vida, como algo tuyo, algo que llevas oculto igual que esa extraña marca en la piel de la que no te sientes orgulloso, porque sabes te hace ser “diferente”.

Esas sensaciones eran pequeñas coincidencias,  premoniciones que aparentemente no alteraban el curso de la vida y que rara vez le suponían ventaja alguna. Como saber que el teléfono iba a sonar unos segundos antes que lo hiciera, o presentir acontecimientos, muertes, accidentes de personas a las que no conocía, hasta que por alguna razón la noticia llegaba hasta él y entonces ese presentimiento cobraba sentido, o simplemente “pensaba” en nombres de personas con las que hacía años que no hablaba o lugares a los que  nunca había ido, para que por caprichos del destino acabara viendo o visitándolos en pocas fechas. Otras eran simplemente, eso sensaciones, que te hacían no tomar un autobús para esperar al siguiente o elegir un asiento en vez de otro estando todos vacios. Lo cierto y verdad, es que llegaban como flashes, como fogonazos que se colaban en su mente; lo hacían de forma inesperada, la mayoría de las veces sin estar dentro de un contexto que pudieran disfrázalos de deducción, simplemente se metían en su cabeza como una idea repentina y luego desaparecían. La única explicación que se le ocurría, era suponer algo como que los pensamientos fueran parecidos a unos hilos telefónicos que nos interconectaran con otras personas o cosas, y que cuando pensamos en alguien o en algo, de algún modo, que no llegaba a comprender, unos de esos hilos de pensamiento erraran en su objetivo siendo como llamadas de teléfonos que se cruzaran momentáneamente con él. Pudiendo de esa forma “ver” su mensaje.
Pocas personas sabían de su existencia.  Quizás fuera una estupidez,  pero de alguna manera pensaba que esa capacidad, esa sensibilidad  siempre le había protegido a él y a los suyos. Era lo mismo que cuando llevas herramientas en el coche que no sabes muy bien como utilizar, pero que te niegas a sacar pensando que algún día te podrían sacar de un aprieto y esta vez no lo había seguido; había dado la espalada a su intuición y aquella casa o lo que fuera estaba jugando con él, con ellos. 

Algo se estaba cociendo, algo negro, algo que jugaba con su mente. Algo peligroso. Él era el único capaz de percibirlo, él era el único capaz de detenerlo. Por eso él era el primer enemigo a batir.
- ¿Estás seguro?, estás seguro de qué es eso…No será que esa esquizofrenia latente que siempre has tenido y que nunca se diagnosticó, ahora se está expresando. Sí ahora…ahora que temes perder a Laura , y que tu mente enferma está creando un escenario donde eres un héroe salvador ..estás seguro? De qué lo que te pasa, es que tan sólo estás loco, loco como una cabra jajajaja..
La voz sonó alta y clara dentro de su cabeza. No era su voz, era la voz de un anciano cruel que arrastraba las palabras, casi escupiéndolas al pronunciarlas. Era la voz del miedo. El corazón de Carlos se detuvo por un momento, su sangre dejó de circular. El diafragma se contrajo y como si sus pulmones fueran la caldera de un volcán a punto de explotar un magma hirviente ascendió. Entonces gritó. Gritó como jamás lo había hecho, los músculos del cuello se tensaron, su boca se abrió y sus ojos se desorbitaron pero en vez de vomitar el miedo y el contenido de su estomago como hacía unos minutos, expulsó un magma ardiente y sónico preñado de ira…
- ¡¡¡Cállate!!! No tengo miedo. NOOOOO ESTOY LOCOOOO!. 

Continuará..

LA CASA #11 
LA CASA #1 

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