El sol todavía lame las azoteas
de los edificios más altos. Las miles de hormigas humanas vuelven a sus nichos relevadas
por otras miles que harán el turno de noche. La gran colmena no descansa, no
entiende de hijos que necesitan a sus madres o de hombres que necesitan el
abrazo de sus mujeres, ni de ancianos que necesitan que les den la sopa, sólo
ella es, sólo ella es importante. Los ventanucos paulatinamente se van
coloreando con frías bombillas led. El celeste sucio del cielo va cambiando
poco a poco a un engañosamente bonito púrpura, que anuncia un negro duro y opaco
de luna nueva. Hoy tampoco se verán las estrellas ocultas por el sepia del
vapor de mercurio de las farolas. ¿Estrellas?
Las estrellas son como los elfos o los dragones, los niños de la colmena han oído
hablar de ellas, las han visto en la televisión o han leído sobre ellas en cuentos,
pero en realidad nunca las han contemplado de verdad. Las dibujan con trazos
torpones y gruesos lápices de cera en forma de asteriscos amarillos sobre lienzos
coloreados de azul, imaginándolas sobre prados verdes y casas blanqueadas con
tejados rojos y dos ventanas descuadradas. Pobres corderitos, en la colmena os
cuentan tantas cosas…. Llenan vuestras
cabecitas con esperanzas del color de la hierba de plástico con la que os alientan.
La colmena os necesita fuertes e ilusionados, todo requiere un esfuerzo, todo
esfuerzo es recompensado, la recompensa es la hierba fresca, la recompensa es contemplar
las estrellas…La recompensa es salir de la colmena.
Os lo digo yo porque estoy aquí afuera, y
ahora la veo desde lejos. Estoy sentado sobre una piedra fría y dura, bajo las estrellas,
y en verdad que son preciosas. Mis pies descalzos están sobre hierba fresca. Una
ligera brisa me llena de aire fresco y fragante de una noche de primavera. Pero
ahora me tengo que marchar. Pronto vendrá
un vigilante y revisará que todo, todo esté en su lugar, hasta los fantasmas.
FIN
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