viernes, 15 de mayo de 2015

Azul#14









¡Mamá! , ¡Mamá! Los gritos de su hija la sacaron de su sueño de la misma forma que la mano del matarife agarra un pollo por el pescuezo.
Laura hubiera batido un record olímpico si se hubiera cronometrado la velocidad a la que recorrió los escasos metros que separaban la habitación de Paula de la de matrimonio.
La niña estaba sentada en la cama revuelta. Se había hecho pis encima y lloraba desconsoladamente mientras llamaba a su madre.
- Ya estoy aquí cariño. Mama ya está aquí contigo. No pasa nada cariño.
- Mamá tengo miedo. Tengo miedo. Me hace daño, el otro me hace daño.
- Es solo una pesadilla, mi amor ya, ya. Laura consolaba a su hija acunándola en sus brazos mientras le limpiaba las lágrimas de sus mejillas con la infinita ternura de una madre.
Laura  también comenzó a llorar pero reprimió su impulso con todas sus fuerzas. No quería que la viera así. Paula jamás se había hecho pis desde que aprendió a controlarlo a los tres años más o menos. No podía seguir obviando la situación, Paula tenía algo en la cabeza que no la dejaba descansar. Tenía  que enfrentar el problema de una vez por todas.
Cambio a la niña el pijama y la llevó a su cama, cuando consiguió que se volviera a quedar dormida, regresó a su habitación y mudó las sabanas con lágrimas de desesperación que ahora vez dejo fluir desahogándose. Las gotas manchaban el edredón rosa con princesas de cuento. Los círculos húmedos eran los pozos oscuros por donde brotaban sus preocupaciones y cada vez había más. Pero ¿a quién podría acudir? A quién contarle que su hija tenía algo en la cabeza que le hacía cada vez la vida más imposible?. Los médicos no habían visto nada raro en las pruebas. Se estaría volviendo loca su hija. Miró al techo como si buscara la respuesta. El filo de sus temores más secretos ascendía abriéndose paso a cuchilladas desde las profundidades de su alma, desde el lugar donde se esconde aquello que tus mente no puede creer, donde cuando creces guardas a todos los monstruos, fantasmas y a todas las brujas, bajo el rotulo "no los temas porque no existen". Ahora esa puerta se había abierto y todas las bestias campaban en libertad como una horda devastadora que lo arrasaba todo. Su cerebro se había convertido en una esponja empapada de miedo que no podía razonar. Abatida se dejó caer sobre la cama y lloró aún más.
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 El teniente Alarcón cerró la puerta tras de si y sin mediar palabra tomó asiento en la silla que quedaba en la habitación. Puso una carpeta negra de gomas elásticas sobre la mesa con un movimiento preciso y ceremonioso.
- Así que tú eres el "nuevo conseguidor" del viejo. Bueno, veamos qué tenemos.
.Luis permanecía en silencio sin saber muy bien qué decir o hacer, mientras en su cabeza aún resonaba lo que acababa de escuchar. “Nuevo conseguidor" La forma de arrastrar las palabras dejaba una entrever una ironía  que no llegaba a entender. No le gustó.
- A ver , a ver . Sí; aquí está; tenemos el primer candidato, tiene una edad estimada entre ocho y diez años, se llama Kamil y su padre al parecer se ahogo durante el naufragio. Mis contactos en África tienen que hacer grandes esfuerzos para conseguir, que niños tan pequeños intenten el viaje y puedan llegar hasta aquí, atravesando países en guerra, desiertos y el mar; claro, muchos mueren por el camino .Normalmente se "incentiva económicamente" a los familiares para que los manden solos, pero algunos se empeñan en venir con ellos, lo cual dificulta las cosas. Pero hemos tenido suerte, el mar nos ha echado una mano y nos ha ahorrado tiempo y dinero. El mar tiene eso, a veces te da y otras te quita.
Luis estaba perplejo; que estaba diciendo ese hombre, que los niños que iba a buscar habían sido previamente "comprados" a sus familias para que se embarcaran en un viaje suicida a través de las guerras, el desierto y luego el mar. En qué tipo de lio se estaba metiendo. El viejo, como lo llama el teniente, no le dijo nada de eso. Bueno en realidad no le comentó nada; solo que él "recogía " lo que el Estado no podía o no quería atender. Lo que no mencionó, fue que tuviera algo que ver en el por qué, de la venida de esos niños. Ahora le vinieron a la cabeza todas las dudas de Laura. Siempre le había dicho que había algo turbio y al final iba a tener razón. Pero ¿cómo actuar? .No debía precipitarse, tenía que ir con cautela. Si se escandalizaba y se negaba a hacer su encargo. ¿Quién le garantizaba que no correría peligro y que quizás fuera otro contratiempo como el padre de aquel niño? No creía que en este tipo de trabajos se pudiera decir: “No, muchas gracias pero no me interesa, lo dejo" y marcharse de rositas. Decidió, seguir el juego de momento y una vez cuando hubiera salido de allí ya pensaría en algo. Ahora solo cabía poner cara de póker y esperar que los acontecimientos siguieran su curso.
El guardia civil seguía hablando explicando las características del resto de la "mercancía” .
-El segundo niño se llama Kalule tiene doce años y procede de Mali llegó a Marruecos en una partida de diez  personas, solo él ha sobrevivido. Bueno es todo lo que tenemos. Los niños están listos y contra menos tiempo estén aquí mucho mejor para todos, acompáñeme le proporcionaré una orden para que se los pueda llevar. No queremos que en el viaje de vuelta tenga algún encuentro inesperado y tenga que dar explicaciones de por qué lleva dos menores indocumentados en su coche ¿verdad?.
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[27] El mensaje automatizado de la compañía de teléfonos le informó que el terminal de su marido estaba fuera de cobertura o apagado. Laura sorbió por la nariz los mocos acuosos que las lágrimas le habían formado en la nariz. Miro el teléfono, ese pedazo de plástico rojo era como un salvavidas desinflado, lo volvió a colocar en su base y suspiró.
Las terminaciones nerviosas de sus dedos informaron al cerebro que la presión sobre aquel objeto se había acabado, cuando recibieron otra vez la orden de agarrarlo.
- Servicio de información municipal. Buenos días ¿en qué podemos ayudarle?
- Buenos días, por favor necesitaría el teléfono del Hospital Claudio Galeno.
Garabateo el número en un possit con un bolígrafo que encontró en un cubilete, de la mesa del despacho de Luis, afortunadamente funcionaba correctamente.
Le costó varios minutos de esperas y desvíos de llamadas, pero al fin consiguió la información que deseaba. Solo tenía media hora para que el doctor Jovellanos comenzara su turno .Tenía que hablar con él.

Un misil plateado salió del garaje. Laura lo conducía, en el alzador del asiento trasero Paula con la cabeza ladeaba y aún medio dormida no sabía muy bien donde estaba. El hospital no quedaba lejos pero las ocho de la mañana era hora complicada para tener prisas, la buena noticia; no había rutas escolares y eso era como una aspirina en las venas obstruidas de la ciudad.

Conduciendo lo más rápido que se atrevía, zigzagueo entre las filas de coches. Los semáforos rebasados casi siempre en ámbar y a veces en rojo provocaron a los demás vehículos que la amenazaron con los insultos sónicos de sus claxon, pero el píe de Laura no estaba dispuesto a relajar la presión sobre el pedal del acelerador ni un ápice.

Contempló  el reloj digital del salpicadero había tardado 17.50' en llegar al hospital . Con desesperación vio como una fila de coches esperaban para acceder al parking de visitas . No podía perder el tiempo, en una fila a que se quedara libre alguna plaza, en el ya saturado aparcamiento. Golpeó el volante con las palmas de las manos con la furia de la frustración y lo giró con brusquedad dirigiéndose hacia el de empleados.
Evidentemente una barrera impedía el paso. El personal accedía mostrando una tarjeta a un escáner que la hacía elevarse, permitiendo el paso. Podía intentar colarse detrás de alguno. Desechó la idea al mismo tiempo que la forjaba, también había una caseta con un vigilante. La realidad se imponía, el tiempo se le escapaba como un puñado de agua entre los dedos.
Un bocinazo la sacó de sus elucubraciones. El Volkswagen gris bloqueaba el paso a un coche que pretendía entrar al estacionamiento. Sus ojos miraron por el retrovisor maldiciendo no poder volatilizarlo con un haz de rayos laser. Un instante después las pupilas se dilataron al máximo de su capacidad, absorbiendo toda la luz posible, para que su mente volviera a verificar la información que recibía. Esa cara le era familiar. No cabía duda, el conductor del coche de atrás era el doctor Jovellanos.
No se lo pensó dos veces, tiró del freno de mano y se bajó del coche.
- Por favor doctor tengo que hablar con usted. Dijo mientras golpeaba la ventanilla. Tras unos instantes donde se mezclaron miedo, sorpresa y precaución el doctor la reconoció  y bajó la ventanilla a la mitad.
- Doctor necesito hablar con usted, hay cosas que no le conté. Suplicó Laura.
- Está bien, está bien . Pero primero tranquilícese, tengo que ir a trabajar. Buscó en el bolsillo interior de su chaqueta y le tendió una tarjeta de visita.
-Ahí tiene mi numero .Llámeme a partir de las tres y hablaremos.
-¡Muchas gracias doctor Jovellanos!, ¡muchas gracias!.


Continuará....




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