domingo, 7 de junio de 2015

AZUL #15





El humo negro salía por la chimenea tiznando el cielo de una de las últimas mañanas del año. El fuego que la alimentaba no se había prendido por casualidad, esa mañana era la propicia. Apenas si había una ligera brisa y su dirección haría que no se alejara demasiado. No pudiendo así ser olfateada por narices curiosas. También la humedad del aire haría su trabajo haciendo que las cenizas que transportaba no fueran más allá del bosque de coníferas que rodeaba y escondía a El Buen Pastor. El horno alcanzaba los 1500 grados centígrados y a esa temperatura toda, absolutamente todo lo humano se convertía en polvo.
Los ojos de la mujer estaban fijos en el cristal por donde se podían observar como las llamas lamian el pequeño cuerpo. Un poco más allá, el doctor Orgaz observaba el termostato con desgana. Particularmente no disfrutaba de esta parte del trabajo, muy al contrario que Livia. Ella si encontraba placentero todo lo macabro; sin embargo a él sólo le movía la Ciencia y esta parte del trabajo no era más que una pequeña molestia. Una vez acabados los experimentos había deshacerse de los especímenes fallidos. 
Sí, la ciencia había sido su obsesión desde que podía recordar, pero el mundo siempre se las ingeniaba para interponerse entre él y el reconocimiento, poniéndole límites absurdos, propios de mentes supersticiosas y atrasadas del Medievo. El Hombre tenía que utilizar todos los medios para alcanzar el conocimiento .Estaban ahí para eso. Para él, como no podía ser de otra forma, el fin justificaba los medios. Aunque los medios fueran vidas humanas. Que fueran niños o no; carecía de importancia. Fue entonces, cuando todo parecía estar perdido cuando apareció Set. Le devolvió su laboratorio y le dio la oportunidad que su genio merecía.

- Doctor, doctor.
-Sí, sí. ¿Qué quiere Livia?
La voz de la mujer lo sobresaltó, sacándolo de sus recuerdos.
-La hora se acerca Él está a punto de llegar.
- Sí, tiene razón Livia. Haremos una última comprobación. Adelántese, en unos minutos iré con usted. Gracias.
La mujer miró hacia el suelo, agradeciendo el cumplido y se marchó y con de ella el ruido de los tacones al subir la escalera de hierro que la sacaban del cuarto de calderas.
El doctor Orgaz se quedó solo, mirando el crepitar de las llamas del horno. Las partes carbonizadas del féretro, comenzaban a desmoronarse como si fueran de arena. Esta vez, casi lo había conseguido. Había estado tan cerca. Pero los nuevos especímenes estaban de camino y esta vez no fallaría.

Las ventanillas del automóvil mostraban la acuarela de trazos imprecisos en que se transformaba el paisaje distorsionado por la velocidad. Los dos niños dormían en el asiento trasero. Kamil ,el más pequeño se apoyaba en el hombro de Kalule ,que lo hacía sobre la manta hecha un ovillo que les habían proporcionado en el puerto. Las dos criaturas estaban exhaustas y el cansancio las había derrotado. Cuando los acompaño hasta el coche ,aún temblaban de frio y/o de miedo . Luis no podría decir cuánto había de lo uno o de lo otro . Con sólo imaginar por lo que habían tenido que pasar para llegar hasta aquí, se le ponía la piel de gallina . Miraba por el retrovisor ,observando como descasaban el uno sobre el otro . Igual que dos cachorros indefensos que esperan a su madre en el cubil. La diferencia estribaba en que ellos no tenían a nadie a quien esperar. Él era todo lo que tenían en el mundo .Por un momento pensó en su hija , rápidamente intentó desechar esa imagen de su mente pero no lo conseguía. ¿Qué estaba haciendo?. ¿Dónde conducía a aquellos niños?. El peso de la evidencia le aplastaba poco a poco el pecho y no le dejaba insuflar aire a los pulmones . Lo sabía, aunque llevara todo el trayecto buscado alguna otra explicación que le satisficiera más. No podía seguir autoconvenciéndose, fuera cual fuera el destino de esos niños, no sería nada bueno. Ahora que lo veía desde esta perspectiva ,todo encajaba mucho mejor. Todo lo que le había sucedido desde que entró en aquella maldita gasolinera comenzaba a cobrar sentido. El viejo tenía razón . Daba demasiadas cosas por sentadas . Se había comportado como un imbécil . "El destino te ha dado una nueva oportunidad" se había dicho a si mismo, muchas veces, porque él era especial. Lo que él era ; era un gilipollas, que se había dejado engatusar por cuatro trucos baratos, guiado por su ambición y su vanidad. Tenía que haber escuchado a Laura. Pero ya era tarde ,se había convertido en cómplice de aquello . No podía cerrar los ojos ante esta barbarie. Debía enmendar su error. 
.El temblor comenzó en la planta de los pies . Primero fue como un espasmo, como un calambre, que recorrió todo su cuerpo . Luego sus tripas se removieron provocando que el desayuno deshiciera su camino. La nausea era incontenible . Agarró con todas sus fuerzas el volante a la vez que frenaba desviando el coche hacía el arcén . El cambio automático y el control de tracción, hicieron el resto evitando el siniestro. Consiguió retener parte del vómito ,pero unos chorros de café y tostadas a medio digerir salieron a reacción tanto por su boca como por su nariz, impregnándolo todo con un lodo ácido y ocre que olía a limones podridos con toques de arábiga.
 En las manchas de vomito sobre el volante y el cuadro de mandos , no sólo estaban los restos de su desayuno si no que también estaban la decepción , el fracaso y una gran dosis de miedo. Todos ingredientes habían se habían cocinado en su interior haciendo una mezcla explosiva .
Sí ;sentía miedo, miedo a oponerse a ese viejo de ojos de hielo azul, que era capaz de comprar niños, dios sabe con qué intenciones; como si fueran ganados. No mucho peor, porque el ganado hacía que su viaje al matadero fuera de primera clase, comparado con el que estos niños habían tenido que sufrir.
Con la mano derecha aun temblado cogió un pañuelo de papel de la guantera y se limpió la boca y se sonó los mocos que aún le escocían en la nariz. Volvió a mirar a los niños ,que seguían durmiendo como angelitos, a pesar del incidente, quizás les hubieran dado algún sedante.  No tenía madera de héroe, muy al contrario se reconocía un poco cobarde y conservador . Todo aquello lo superaba pero la imagen de aquellos niños en el retrovisor hacía que su conciencia mordiera su corazón.
Con otro pañuelo retiró un pegote de vómito de la pantalla del navegador. Todavía estaba a 300km del Buen Pastor, su destino. Aún tenía alguna opción para parar esta locura. Tragó saliva sintiendo su sabor agrio y su quemazón en la garganta a medida que bajaba. Sabía que iba a hacer algo de lo que muy probablemente se arrepentiría ,pero tenía que hacerlo. Tenía que hacerlo porque aquellos niños, eran ahora su responsabilidad.

Continuará...


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