El humo negro salía por la
chimenea tiznando el cielo de una de las últimas mañanas del año. El fuego que
la alimentaba no se había prendido por casualidad, esa mañana era la propicia. Apenas
si había una ligera brisa y su dirección haría que no se alejara demasiado. No
pudiendo así ser olfateada por narices curiosas. También la humedad del aire
haría su trabajo haciendo que las cenizas que transportaba no fueran más allá
del bosque de coníferas que rodeaba y escondía a El Buen Pastor. El horno
alcanzaba los 1500 grados centígrados y a esa temperatura toda, absolutamente
todo lo humano se convertía en polvo.
Los ojos de la mujer estaban
fijos en el cristal por donde se podían observar como las llamas lamian el
pequeño cuerpo. Un poco más allá, el doctor Orgaz observaba el termostato con
desgana. Particularmente no disfrutaba de esta parte del trabajo, muy al
contrario que Livia. Ella si encontraba placentero todo lo macabro; sin embargo
a él sólo le movía la Ciencia y esta parte del trabajo no era más que una
pequeña molestia. Una vez acabados los experimentos había deshacerse de los especímenes
fallidos.
Sí, la ciencia había sido su
obsesión desde que podía recordar, pero el mundo siempre se las ingeniaba para
interponerse entre él y el reconocimiento, poniéndole límites absurdos, propios
de mentes supersticiosas y atrasadas del Medievo. El Hombre tenía que utilizar
todos los medios para alcanzar el conocimiento .Estaban ahí para eso. Para él,
como no podía ser de otra forma, el fin justificaba los medios. Aunque los
medios fueran vidas humanas. Que fueran niños o no; carecía de importancia. Fue
entonces, cuando todo parecía estar perdido cuando apareció Set. Le devolvió su
laboratorio y le dio la oportunidad que su genio merecía.
- Doctor, doctor.
-Sí, sí. ¿Qué quiere Livia?
La voz de la mujer lo sobresaltó,
sacándolo de sus recuerdos.
-La hora se acerca Él está a
punto de llegar.
- Sí, tiene razón Livia. Haremos
una última comprobación. Adelántese, en unos minutos iré con usted. Gracias.
La mujer miró hacia el suelo, agradeciendo
el cumplido y se marchó y con de ella el ruido de los tacones al subir la
escalera de hierro que la sacaban del cuarto de calderas.
El doctor Orgaz se quedó solo,
mirando el crepitar de las llamas del horno. Las partes carbonizadas del
féretro, comenzaban a desmoronarse como si fueran de arena. Esta vez, casi lo
había conseguido. Había estado tan cerca. Pero los nuevos especímenes estaban
de camino y esta vez no fallaría.
Las ventanillas del automóvil
mostraban la acuarela de trazos imprecisos en que se transformaba el paisaje
distorsionado por la velocidad. Los dos niños dormían en el asiento trasero. Kamil
,el más pequeño se apoyaba en el hombro de Kalule ,que lo hacía sobre la manta
hecha un ovillo que les habían proporcionado en el puerto. Las dos criaturas
estaban exhaustas y el cansancio las había derrotado. Cuando los acompaño hasta
el coche ,aún temblaban de frio y/o de miedo . Luis no podría decir cuánto
había de lo uno o de lo otro . Con sólo imaginar por lo que habían tenido que
pasar para llegar hasta aquí, se le ponía la piel de gallina . Miraba por el retrovisor
,observando como descasaban el uno sobre el otro . Igual que dos cachorros
indefensos que esperan a su madre en el cubil. La diferencia estribaba en que
ellos no tenían a nadie a quien esperar. Él era todo lo que tenían en el mundo
.Por un momento pensó en su hija , rápidamente intentó desechar esa imagen de
su mente pero no lo conseguía. ¿Qué estaba haciendo?. ¿Dónde conducía a
aquellos niños?. El peso de la evidencia le aplastaba poco a poco el pecho y no
le dejaba insuflar aire a los pulmones . Lo sabía, aunque llevara todo el
trayecto buscado alguna otra explicación que le satisficiera más. No podía
seguir autoconvenciéndose, fuera cual fuera el destino de esos niños, no sería
nada bueno. Ahora que lo veía desde esta perspectiva ,todo encajaba mucho
mejor. Todo lo que le había sucedido desde que entró en aquella maldita
gasolinera comenzaba a cobrar sentido. El viejo tenía razón . Daba demasiadas cosas
por sentadas . Se había comportado como un imbécil . "El destino te ha
dado una nueva oportunidad" se había dicho a si mismo, muchas veces,
porque él era especial. Lo que él era ; era un gilipollas, que se había dejado
engatusar por cuatro trucos baratos, guiado por su ambición y su vanidad. Tenía
que haber escuchado a Laura. Pero ya era tarde ,se había convertido en cómplice
de aquello . No podía cerrar los ojos ante esta barbarie. Debía enmendar su
error.
.El temblor comenzó en la planta
de los pies . Primero fue como un espasmo, como un calambre, que recorrió todo
su cuerpo . Luego sus tripas se removieron provocando que el desayuno
deshiciera su camino. La nausea era incontenible . Agarró con todas sus fuerzas
el volante a la vez que frenaba desviando el coche hacía el arcén . El cambio automático
y el control de tracción, hicieron el resto evitando el siniestro. Consiguió
retener parte del vómito ,pero unos chorros de café y tostadas a medio digerir
salieron a reacción tanto por su boca como por su nariz, impregnándolo todo con
un lodo ácido y ocre que olía a limones podridos con toques de arábiga.
En las manchas de vomito sobre el volante y el
cuadro de mandos , no sólo estaban los restos de su desayuno si no que también
estaban la decepción , el fracaso y una gran dosis de miedo. Todos ingredientes
habían se habían cocinado en su interior haciendo una mezcla explosiva .
Sí ;sentía miedo, miedo a
oponerse a ese viejo de ojos de hielo azul, que era capaz de comprar niños,
dios sabe con qué intenciones; como si fueran ganados. No mucho peor, porque el
ganado hacía que su viaje al matadero fuera de primera clase, comparado con el
que estos niños habían tenido que sufrir.
Con la mano derecha aun temblado cogió
un pañuelo de papel de la guantera y se limpió la boca y se sonó los mocos que
aún le escocían en la nariz. Volvió a mirar a los niños ,que seguían durmiendo
como angelitos, a pesar del incidente, quizás les hubieran dado algún
sedante. No tenía madera de héroe, muy
al contrario se reconocía un poco cobarde y conservador . Todo aquello lo
superaba pero la imagen de aquellos niños en el retrovisor hacía que su
conciencia mordiera su corazón.
Con otro pañuelo retiró un pegote
de vómito de la pantalla del navegador. Todavía estaba a 300km del Buen Pastor,
su destino. Aún tenía alguna opción para parar esta locura. Tragó saliva
sintiendo su sabor agrio y su quemazón en la garganta a medida que bajaba.
Sabía que iba a hacer algo de lo que muy probablemente se arrepentiría ,pero
tenía que hacerlo. Tenía que hacerlo porque aquellos niños, eran ahora su
responsabilidad.
Continuará...
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