No hacía demasiado tiempo que los faros del
coche decidieron encenderse. La poca luz que quedaba, se precipitaba por el
borde del mundo como el líquido derramado, que fluye hasta el borde de una
mesa. La oscuridad reivindicaba su puesto y la noche era ya algo inevitable.
El viaje de Luis tocaba a su fin.
Los últimos 300 km habían sido los más largos de su vida. Todo lo que había
pasado aún lo tenía aterrado. El solo gesto de mirar por el retrovisor, le hacía
transpirar, temiendo volver a ver esos ojos azules... ¿Qué locura era esta? ¿ A
qué clase de influencia o de poder ,o de lo que fuera estaba enfrentando?. No
lo sabía; pero sí sabía lo que él había visto en ese retrovisor; lo que había
visto en sus propios ojos. Había visto "El Azul" o mejor dicho;
"El Azul" era lo que le había visto a él y solo intentar lo, le hacía
temer, perder la razón.
De cualquier forma ya estaba a
escasos minutos de su destino. Se acercaba sumiso y temeroso como el esclavo
huido al que aguarda el látigo del amo. Deseaba llegar y entregar su
"encargo" terminar su parte del trabajo, como le dijo el viejo. Era
su única opción. Era la menos mala, porque por fuerte que hubieran sido sus
razones para rebelarse, había una mucho más fuerte y que sometía a todas las demás,
el Miedo. Así, se había abandonado a su suerte, como en un salto al vacío, El
futuro se acababa en el suelo, de nada servía pensar más allá.
El estómago se quejaba recordándole
que no había comido y que las huellas del desayuno seguían decorando tanto sus
ropas como el habitáculo del coche. En efecto, el último tramo del viaje lo había
hecho sin interrupción, salvo una pequeña parada, en un área de descanso , poco
más que un recodo junto al arcén , con un par de mesas hechas de troncos y un bidón
rebosante de basura. Fue el tiempo justo para orinar al pie de un arbusto. Por
su puesto, el área estaba desierta. El plan no era llamar la atención. Ahora comprendía
las instrucciones ; llenar el depósito antes de hacer la recogida .
También tomo del maletero, un
paquete de lo que parecían chocolatinas o galletas que le proporcionaron en el
puerto. Tuvo la tentación de comer una. Afortunadamente lo pensó mejor, sin la
menor duda contenían alguna droga que volvió a dormir a los niños.
Cuando las tripas volvieron a sonar.
Trago saliva como si con eso pudiera paliar el hambre. En ese momento sintió la
necesidad de encender un cigarro. Añoró el olor del tabaco al prender y su
caricia templada en la boca. Surgió de repente. Era algo que pensaba olvidado,
superado, como la cicatriz, de una herida que no recuerdas haberte hecho; pero
que un día, sangra de nuevo. No tenía ese deseo desde hacia una década. Más
concretamente desde el 15 de Abril de 2002. Era una fecha que jamás olvidaría.
Esa mañana aplastó sobre el suelo del cementerio, el que pensaba sería su último
Lucky Strike. Unos pasos más allá, el enfisema pulmonar se marcaba un nuevo triunfo.
El ataúd con el cuerpo de su padre recibía sepultura. Alejó ese pensamiento
como el que espanta una mosca funesta. Pero la imagen del féretro de su padre, volvía
como el insecto, a torturarle una y otra vez.
- ¡Maldita sea! Exclamó al parabrisas,
golpeando el salpicadero con rabia, volviendo a maldecir. Los ojos se le humedecieron.
Se presionó los lagrimales con el pulgar y el índice, recobrando la compostura.
Al menos el ansia de nicotina, había remitido junto con el hambre. Un nuevo
estímulo requería su total atención. 500mts. más adelante se encontraba el desvío
que llevaba al Buen Pastor. Había llegado.
El acero era aún más brillante si
cabía sobre el tono violáceo de la piel. Livia dio un tirón de la cadena,
haciendo que las argollas del cilicio se hincaran un poco más en la carne de su
muslo izquierdo. Una aguja de dolor le descompuso el rostro en una mueca. La
lujuria agarró al grito que salía por su garganta transformándolo en un suspiro
hondo y profundo de placer; del que la que la humedad de su entrepierna era
testigo y cómplice.
El aviso del interfono la interrumpió.
Alguien llamaba desde la verja exterior, debía ser el nuevo envío.
Chasqueó la lengua a modo de
protesta levantándose del w.c. que usaba como improvisado potro de tortura. Se
alzó unas medias negras y tupidas, caídas a la altura de los tobillos. Cuando
las tuvo colocadas, hizo lo mismo con el pantalón de lana también oscuro. La compresión
y la holgura suficiente de los perniles del pantalón, ocultaban discretamente
su juguete. Se miró en el espejo sobre el lavabo, acomodándose la melena cana y
mirando al mismo tiempo, que todo en su aspecto estuviera en orden. Descargó la
cisterna del w.c. aunque no lo había usado y salió del aseo.
El interfono volvía a sonar con
su pitido impertinente y chillón.
- ¿Si? Contestó la mujer cuando descolgó
el auricular.
- Hola .Buenas noches, soy Luis, traigo....
traigo a los niños.
Como respuesta llegó el silencio
y el lamento metálico de la verja comenzando a abrirse. Los barrotes de hierro
se retiraban dejándole el camino libre.
Luis volvió a subir al coche y avanzó
por el camino que llegaba hasta los pies del porche, donde no hacía tantas
fechas había acudido con su familia. ¡Cómo había cambiado todo!
Volvió a recordar a Laura y sus
desconfianzas pero sobre todo se acordó de Paula. ¿Cómo estaría? Tenía que
volver a casa cuanto antes. Para eso el camino más rápido, era acabar de una
maldita vez.
Tiró del freno de mano. Recogió
al chico negro del asiento trasero, cargándolo sobre su hombro derecho Debería
pesar alrededor de 40 kilos y medir algo más de 1.50 mts además estando
profundamente dormido no le fue sencillo hacerse con él. Pero una vez lo consiguió,
se dirigió al portón de entrada. Allí ya estaba Livia esperándoles.
- Por favor déjelos en la sala de
espera ,ya nos hacemos cargo nosotros.
.La débil luz que iluminaba tanto
el hall como el pasillo primero tembló como si fuera la llama de una vela
agitada por el viento y luego desapareció por unos instantes ,haciendo que
saltaran la de emergencia. Parecía como si hubiera habido una subida de tensión.
De cualquier forma Luis conocía el camino y los llevó, dejándolos con la mayor
delicadeza posible a cada uno sobre un de los sofás de la habitación. Intentaba
no pensar en lo que hacía, en cuál sería el futuro de esos niños, se sentía la
peor persona del mundo. Por eso, los acomodaba incluso con cariño, casi igual
que cuando acostaba a su hija. No pudo evitar dejar escapar una lágrima. Se comportaba
igual que el asesino arrepentido que trata humanamente, con dignidad, a los cadáveres
de sus víctimas, como si con eso pudiera expiar su culpa.
Cuando dejó al segundo niño se
quedó plantado, mirándolos sin saber qué hacer en la semioscuridad. Percibiendo
como el temblor que precede al terror, comenzaba a ascender, desde el suelo, agorándose
primero a sus pies, para ir escalando su cuerpo, clavando sus piolets; como un montañero
despiadado y cruel que quiere coronarlo con su divisa de locura azul.
La mujer se le acerco, con el
golpeo de los tacones acompañándola.
Livia lo miró de arriba abajo con
descaro. Observó los lamparones de su camisa y su pantalón que el abrigo
desabrochado y la poca luz no ocultaban. Pero no hizo ningún comentario.
Solamente lo miraba. Luis se esforzaba por disimular el temblor de sus manos y
las metió en los bolsillos, alejándolas de los dos pozos negros que lo
examinaban.
- Bien. Es todo por el momento,
puede marcharse. Dijo.
Luis no sabía si reír o llorar. ¿¡Ya
está!? “Puede marcharse”. ¿Qué quería decir? ¿Qué no pasaba nada? ,¿ Qué su
comportamiento no tendría consecuencias? o ¿qué no las iba a haber "por el
momento"?.
Le hubiera gustado poder haber
visto su cara en ese instante. La misma Livia debió notar algo por que le
pregunto:
-¿Hay algo que quiera decir?
-No, no nada. Eesstoy cansado, han
sido muchos kilómetros .. Bueno puesss nada, me marcho. Adioss. Contesto Luis
intentando no tartamudear a la vez que se disponía a salir de allí lo más rápido
que pudiera sin parecer que huía como alma que lleva el diablo.
Livia lo siguió con la mirada
desde el porche hasta que vio desaparecer los faros del coche en la espesura
del bosque. Se mordió el labio inferior maquillado de carmín. En su mente una fantasía
de cuero, látigos y sexo se proyectaba en HD. Eso no era ninguna novedad, pero
en esta fantasía, si había un nuevo ingrediente que la hacía lubricar
excepcionalmente. Ese nuevo ingrediente, conducía alejándose, en la ya fría y
oscura noche.
Continuará...
Continuará...
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