sábado, 19 de marzo de 2016

SÍ PUEDES #2




-Salta el muro, aquí todos podemos. SALTA!
-No puedooo!

Sus propios gritos la despertaron. El corazón iba a salírsele por la boca, el pelo húmedo de sudor se le pegaba a la frente y a la almohada. Parecía que hubiese estado saltando. Saltar? Aquel verbo apareció en su mente, como si fuera un rótulo hecho de neones azules, que palpitase con cada latido y con cada latido su luz se hincara en el cerebro obligándola a pensar, “saltar”. Pero ella no había saltado nunca. Sí, claro que sabía lo que era saltar, estaba inválida, no tonta. Era una niña de 10 años (casi) y a los niños les encanta saltar.

Otro concepto apareció en su mente, otra palabra más poderosa, algo que eclipsaba el rótulo de neón azul. El concepto se formó de súbito, igual que al echar una gota de jabón en una una pila llena de agua con platos grasientos. Una mancha de oscuridad que absorbía la luz azul de “Saltar”. Creció devorando eso y cualquier otro pensamiento. La ameba mental avanzaba fagocitando, envolviendo con su gelatina negra, incluyendo toda idea, toda razón; absorbiéndolas y disolviéndolas para alimentarse de ellas, hasta que en la cabeza no quedara sitio para nada más. Aquel concepto no lo permitía, sólo había sitio para ella, sólo ella era.

Entonces la puerta de su habitación se abrió con violencia y tuvo que pronunciar aquella palabra ..el concepto ameba se hizo sonido, se verbalizó.

-Mamá!.
-Qué te pasa Laura?!

Mamá entró en la habitación como un brazo de mar, llevaba puesto ese camisón rosa con flores tan ridículo, que le llegaba por encima de la rodilla. Los cuatro botones del cuello estaban desabrochados, dejando ver el canal que formaban sus generosos y caídos pechos, oscilantes como péndulos desacompasados, donde rebotaba lujuriosamente el crucifijo plateado que devolvía la luz también plateada que se colaba por entre las lamas de la persiana del dormitorio.
Ella quería decir “nada mami, sólo ha sido una pesadilla” pero no podía. Por algún extraño error su cerebro no podía dar esa orden. El concepto mamá aún lo tenía bloqueado, La ameba no lo permitía.

Así se la encontró mamá. En su cama, semi incorporada, apoyándose en los codos, empapada en sudor. Con sus preciosos ojos color topacio (aunque ahora, en la noche se verían negros) y con la boca abierta, de donde hacia unos pocos segundos había salido un grito y de la que ahora no salía nada más que un ruidito, una especie de gorjeo parecido al que se hacía cuando se hacían gárgaras con el colutorio. Ése verdoso, que estaba en una botella de plástico, sobre el lavabo del baño pequeño, ése que “picaba” tanto.

Mamí la zarandeó después del tercer “Qué te pasa Laura?”. Lo notaba y de verdad (de la buena) que se esforzaba en intentar contestar pero igual que sus piernas, su lengua no se movía. Miraba a mami directamente a los ojos como si así pudiese comunicarse con ella pero, no, mami seguía meneándola como a una muñeca, gritándole el “¡¿QUÉ TE PASA?!”.

Al fin el “Nada mami” pudo salir de sus lábios. Mami había empezado a llorar y a casi dejar de zarandearla. Lo primero no le gusto, pero lo segundo sí. Casi nunca había visto llorar a mami. Tampoco es que fuera una persona muy risueña. No, no era como esas mamás que salen en las series de teenagers americanas, que echaban en el canal infantil por la noche. No, definitivamente mamá no era una “mamá guay” pero era la suya y la quería con todo su corazón, aunque a veces fuera estricta y no le dejara hacer casi nada divertido. Pero claro, lo hacía por su bien, ella era una niña muy especial, le decía siempre y mami siempre tenía razón.

-Nada mami, sólo ha sido una pesadilla.
-¡Ay Dios mío de mi vida, qué susto me has dado!. ¿Por qué no hablabas, por qué no me has contestado?

Los dedos se le hincaron en los bracitos. Mamá la miraba fijamente igual que ella había hecho hacía unos instantes pero en los ojos de mamá no había un “no, lo siento, no puedo hablar”, en los ojos de mamá había un “me has asustado, y estoy muy enfadada”

-No podía, de verdad no podía hablar(saltar), quería hablar(saltar) pero las palabras no salían. He pasado mucho miedo pensé que me iba a quedar muda..tambien.

Primero unas lágrimas gruesas como gotas de resina se columpiaron en sus pestañas, mami le estaba haciendo daño y tenía miedo, luego las lágrimas se convirtieron en un río de llanto.

-Hija mía reza, reza conmigo. Esas pesadillas son soplos al oído del pecado. Es nuestra alma que nos recuerda que hemos obrado mal de pensamiento, obra u omisión. Dios habita en nosotros Él nos protegerá.. ¡Laura! le gritó y la volvió a zarandear. ¡Repite conmigo! “Padre Nuestro que estás en el cielo…”

La oración salió de los labios de la niña entre los hipidos de llanto. Mamá había dejado de apretarle los brazos. Ahora otra vez completamente tumbada, le tomó las manos y las juntó con las suyas formando una piña para rezar las dos a la vez. Lo hacían muchas veces, rezaban mucho, en las comidas, al despertarse y al irse a la cama. También rezaban si salían de casa, en realidad rezaban antes de hacer cualquier cosa. Rezar le gustaba, era relajante y Jesús le oía. Jesús, Dios era nuestro Padre, nos cuida y nos protege a todos.Ella no tenía un padre “normal” como otras niñas. Ella tenía a mami y a Él. Y Él era el mejor padre que se pudiera tener o eso creía (ese pensamiento debía ser un pecado muy gordo, perdón) apretó los ojos lo más fuerte que pudo y se concentró en rezar.

-“..Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén”.(Jesús seguro que la perdonaba)
-Bien Laura. Ahora vuelve a dormirte.

Mamá se sacó la cadenita que sujetaba la cruz plateada a su cuello y después de besarla se la ofreció para que ella también la besara. Se levantó de la cama con gesto serio , le atusó el pelo y desapareció cerrando la puerta tras de si. El sudor ya se le había secado y ahora sentía frío, así que se arrebujó en su edredón blanco de rayas azules y se dispuso a dormir. Pero antes debía pedir perdón a Jesús, si ya había rezado un Padre Nuestro pero ése sólo era para que la guardara en sus sueños, debía pedir perdón por haber dudado de Él. Además rezar otro nunca venía mal, mamá siempre lo decía. Juntó las palmas de sus manos y empezó a murmurar. “Padre nuestro que... y no nos dejes caer en la tentación..”

El pomo dorado de la puerta de la habitación se giró casi imperceptiblemente, pero en el silencio de la noche el quejido del picaporte le arañó los tímpanos con un sonido frío y metálico.En la penumbra pudo ver como la hoja de madera lacada en blanco se despegaba del marco no más de un palmo. Sintió como una corriente helada inundaba el cuarto y como ese frío atravesaba su edredón de plumas y su pijama y su carne hasta lo más profundo de su ser. Sólo pudo agitarse por el escalofrío que le sobrevino.

-¿Mami? preguntó a la oscuridad que se veía detrás de la puerta entornada.

Su cama estaba pegada a la pared larga de la izquierda de la habitación rectangular, la puerta quedaba a metro y medio de los pies, justo en la pared de enfrente. Ella veía a la oscuridad y está la estaba mirando fijamente. Usó el edredón como si fuera un manto élfico que hiciera desaparecer.Tenía miedo, mucho.

-“Padre nuestro que estás en el cielo …” Rezar, rezar era la solución. Jesús estaba con ella, nada tenía que temer”

Sintió un siseo, un roce de algo sobre el suelo de parquet. Era algo rápido, pero no eran pasos, era algo cíclico, como si rodara. La oración pasó de pensamiento a murmullo entre dientes y de ahí a recitarla en voz alta, pero ya la estaba gritando.Sabía lo que era, no tenía que mirar, era la pelota de trapos azules..era la pelota de aquellas niñas de detrás de la casa…y detrás de la casa no había nada para que una niñita de 9 años fuera a ver.

-“..Y NO NOS DEJES SALTAR EN LA TENTACIÓN, AMÉN”!

Sus propios gritos la despertaron.


Continuará...

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