sábado, 30 de julio de 2016

SANGRE #2











Decenas de chorros de agua ardiente me golpean en la nuca. Aún me siento sucio, llevo más de media hora bajo la ducha y aún huelo su asqueroso aliento, aún noto su inmundicia pegada a mis manos. He vomitado varias veces, aunque no hay nada que vomitar, sólo es un reflejo de mi sistema nervioso ante el asco que siento. No me arrepiento de haberme alimentado de él, soy un enfermo alimentándome de otro enfermo, un bulímico que come de la basura, un yonki que devora a otro yonki. Era una necesidad, algo inevitable, no ha habido ninguna crueldad en ello, sólo tuve que hacerlo; intento causar el menor daño posible.



Tengo su imagen grabada en la cabeza a fuego, no puedo dejar de verla. Incluso cuando mordía a aquel yonki nauseabundo la veía a ella, veía a Laura, la mordía a ella. Lo de esta noche no ha dejado de ser una masturbación, una fantasía, una liberación. La necesidad de sentir la sangre caliente entrando a través de los colmillos, en una especie de eyaculación inversa y sangrienta, un placebo que me contenga, que me calme de ella.



Después de mi huida de la feria del libro me fui directamente a casa. Afortunadamente no vivo lejos. Una vez en ella me inyecté un calmante. Intenté saciar mi repentina sed con unos de los ratones que comparto con Ka, mi boa. Normalmente la sangre de un par de ratones me calma, es como fumar un cigarrillo después de estar dos horas metido en el cine o en un autobús. Pero hoy no ha funcionado, todo lo contrario. Necesitaba algo más grande, algo que calmara no sólo mi sed, si no también mis ganas de morder, la sangre de esos ratones era algo parecido a alimentarse por una sonda y mi organismo necesitaba alimento, pero también necesitaba “comerlo”.



Como hematólogo llevo intentando entender y combatir mi enfermedad. Sí, la llamo enfermedad, porque en realidad el vampirismo no deja de ser una mutación, una alteración en unos genes que provoca unos inconveniente como la foto-sensibilidad y la incapacidad de síntesis de hemoglobina en calidad y cantidad suficientes, por lo que nuestro organismo necesita aportes regulares de ella. Sin embargo, también potencia otras características más positivas como la agudeza de los sentidos, una gran resistencia y fuerza física además de una práctica inmunidad a las enfermedades infecciosas.

Esta mutación se expresa con la pubertad, a la madurez sexual le acompañan, además de otros cambios, el desarrollo de los colmillos, de los que carecemos hasta esos momentos. Sólo nacerán dos, en la mandíbula superior y lo harán en una segunda línea de dientes, quedando ocultos por los primeros. Son retráctiles y cuando no son necesarios se alojan en una cavidades resultas de una modificación del paladar.

En la antigüedad la única forma de conseguir sangre era succionándola de otros sujetos o animales, como es natural, siempre fuimos temidos y perseguidos, especialmente por la Iglesia, de ahí la leyenda de que los vampiros temamos a los crucifijos y a los símbolos religiosos, y no, no los tenemos, no tienen ningún efecto sobrenatural sobre nosotros, pero sinceramente, no son agradables a nuestros ojos, pienso que igual de desagradable que para un judío ver una esvástica.



Es por todo esto que mi reacción ante la imagen de la persona de aquella mujer me tiene tan preocupado. Con la edad, y un consumo regular de complejos vitamínicos ricos en hierro y de hemoglobina, he podido controlar mis instintos. De hecho hacía años que no sentía la imperiosa necesidad de salir de caza.



He intentado esperar a que cayera la noche, me metí en la cama con la intención de dormir pero ha sido imposible. Mi cuerpo seguía tenso, daba vueltas y más vueltas, encharcado en sudores fríos como la escarcha. En los escasos momentos en que he podido cerrar los ojos, me han asaltado terribles pesadillas, bizarras y surrealistas, de drogadicto con el mono.

Todavía no había anochecido pero no podía esperar más. Cambié de ropa, dejé la cazadora de ante y los chinos, por unos vaqueros raídos y vieja sudadera con capucha, baje a la calle para dirigirme a la estación de de Recoletos, allí tomaría el tren con destino Guadalajara o Alcalá de Henares, pero me bajaria mucho antes, en la estación de Vallecas. Allí busqué al conductor de una cunda y le pagué como si fuera llena, 30€, la quería para mí solo y la quería para ya. El sol ya se había ocultado cuando partimos hacia la Cañada Real, en busca de una dosis de droga, sólo que mi droga circulaba por la venas de aquel pobre desgraciado.

Le obligo a detener el coche en el arcén de un descampado amenazándolo con un cúter, entonces dejó salir la bestia.

Me abalanzo sobre él, hiede a orín seco y humo, no me importa. Mis colmillos salen en una erección violenta y casi dolorosa.

El hombre está paralizado, no intenta defenderse, su cabeza está ocupada en identificar qué le está atacando, no encuentra explicación, sólo una palabra absurda, vampiro. Ha acertado, mientras le muerdo en el cuello y succiono su sangre tinta y cálida, no sabe bien, está sucia, pero me sirve, me calma, y me escita con la cercanía de otro orgasmo, cada bombeo de su corazón me trae uno.

He conseguido saciarme, él ya ha muerto. Lo agarro por el pelo aceitoso y lo rajo por el cuello con el cúter, justo por la marca que han dejado mis colmillos, observo como la sangre mana del corte. Es un desecho humano, nadie lamentará su muerte, así y todo su cadáver será reconocido por la policía y se encargará una investigación. Aún queda suficiente sangre en su cuerpo para que la causa de muerte sea la degollación, un ajuste de cuenta entre dos toxicómanos, nada que ver con la realidad, nada que ver con extrañas marcas en el cuello, y la falta de un litro de sangre, nada que pueda hacer pensar en un vampiro.


Continuará …




viernes, 29 de julio de 2016

SHE IS SO HEAVY





Son las tres de la mañana, me he terminado la botella de ron que trajiste.
Todos los discos, los que compramos en aquella tienda del centro que cerraba, están tirados en el suelo, junto a mis piernas. Los he puesto todos. Estoy tan perdida ahora, no paro de acariciar el terciopelo negro y dejar caer la aguja una y otra vez sobre la misma canción.



Tengo todos los vicios al alcance de la mano pero me sigues faltando tú, siempre fuiste mi mejor droga, tú.
El cenicero está lleno. Enciendo otro cigarrillo. La habitación, nuestra habitación, está llena de humo, sé que lo odias y yo te maldigo porque no estás aquí.
¡Joder! ¿Dónde coño estás?
Te he llamado y te he escrito mil veces, sólo quiero decirte que te quiero. Hace tanto que no te lo digo…soy dura, ya lo sabes, igual que aquella canción de los Beatles que solías cantarme…

I want you
I want you so bad
I want you,
I want you so bad
It’s driving me mad, it’s driving me mad.
Yeah.
She’s so heavy heavy.

¿Dónde estás?
La dureza se extingue siempre cuando tus manos caen sobre mi, ¿dónde están tus manos, dónde están las canciones, dónde estás tú, dónde?
Lo siento, siento todo lo que te dije; soy dura, lo sé, lo sabes…verte salir por la puerta me ha roto en dos, en mil pedazos más con cada una de las veces que no me has contestado, vuelve…sólo quiero decirte que te quiero, joder, sólo eso.
El sueño me vence, la aguja no para de girar sobre el último surco, cierro los ojos, rendida…
Puedo oír la música de nuevo. No sé si sueño, noto unos brazos alrededor de mi cuello y de mis piernas que me levantan del suelo, siento que levito y mi cabeza gira como ese vinilo. Te respiro…eres tú. Siento tus labios sobre los míos, suaves, ligeros. Intento que algún sonido salga de mi boca, tengo que decirlo por si esta fuera la última oportunidad. Te quiero.




Por: @TinaJaraRnRS

lunes, 25 de julio de 2016

SANGRE









Era una mañana soleada del mes de mayo, de ésas de las que al sol hace calor y a la sombra frío, típicas de la primavera madrileña. El paseo de carruajes del parque del Buen Retiro estaba rebosante de gente. La feria del libro nada más había hecho abrir sus puertas. Los visitantes ya recorren ávidos los puestos en busca de los últimos títulos de sus autores favoritos, pero sobretodo la recorren con ganas de verlos, de pedirles que estamparan su firma, que les dedicasen un ejemplar, para tener un trozo de ellos, un recuerdo de esa especie de magos, que son los escritores y escritoras, de esas personas, que les hacían reír y llorar, amar y odiar, viajar o soñar, usando tan sólo unas pocas hojas de papel y su imaginación, existían, que eran de carne y hueso. Un ejemplar firmado era algo más que un libro, era una fe de vida. Yo era uno de ellos.



Había leído todo lo que ella había publicado, que no era poco. Aún recordaba cuando su primera novela cayó en mis manos, allá por el 2003. Era una novelita de tapas blandas y edición barata, ésas que se reeditan con vistas al verano, estaba en la estantería de unos grandes almacenes, junto con otras de la misma editorial. Estaba en un expositor de cartón de color chillón y bajo el reclamo de “imprescindibles del verano.”.Hubiera pasado por delante de ese expositor sin fijarme en él siquiera, pero aquel librito de color morado y título en grandes letras rojas, llamó mi atención. “Vampiro”, una simple palabra. Las letras simulaban unos arañazos en la cubierta, como recién hechos y aún sanguinolentos. No puede sino sonreír, era la portada más cutre que había visto. Pero cutre o no, había cumplido su misión y no pude evitar la tentación, lo tomé para ojearlo. Debajo del título y en pequeñas letras doradas estaba el nombre de la autora, Laura Sastre. Lo giré, leí la sinopsis esperando encontrar una truculenta historia de vampiros y amor adolescente, de ésas que estaban tan de moda por aquellos años. Eran unas pocas palabras, nunca las olvidaré.



“Alejandro, sé que estás ahí fuera, escondido, oculto al resto del mundo. Comprendo tu dolor y tu soledad. No es fácil ser un vampiro”.



Casi se me cayó el libro de las manos, sentí una especie de desvanecimiento. Me dirigí  a la caja y pagué los 10€ que costaba aquella novela y empecé a leerla inmediatamente. Choqué con varios transeúntes mientras andaba leyendo, absorto en aquellas páginas, y también lo hice con una farola y casi fui atropellado dos veces, pero no podía dejar de leer. Las 275 páginas no me duraron más que unas pocas horas Sí, era una típica historia de amor imposible entre un vampiro y una humana, no demasiado original, pero lo que me hizo no poder dejar de leer, era su forma de describir el dolor y la soledad de aquella criatura atormentada. Vi mi dolor, leí mi soledad en aquellas letras..



Desde aquel día, he leído con ansia todo lo que salía de su pluma, he navegado por internet recabando toda la información que me ha sido posible e incluso he intentado conocerla en persona, pero por unos motivos o por otros nunca tuve éxito. Hoy, por fin lo iba hacer, se había convertido en una necesidad, en una obsesión. Como ya habrán adivinado, no sólo me llamo Alejandro, también soy un vampiro.



Las casetas blancas están dispuestas a ambos márgenes del paseo, en dos filas paralelas enfrentadas, hay muchas. Consulto la hora en el reloj de pulsera, son las once y cuarto de la mañana, el sol está alto noto su quemazón en la cara y en las manos a pesar de la protección solar, me escuece, pero es soportable. Las gafas oscuras y las lentillas hacen mejor su trabajo. Voy restando mentalmente las casetas que me quedan, es la 220. Está en la hilera de la derecha, 150, 148, 146. Oigo las conversaciones de los asistentes y de los expositores, la mayoría son cacareos huecos de contenido, poco más que frases hechas y recurrentes, me levantan dolor de cabeza; también huelo sus perfumes, los aftershave y la halitosis de los fumadores, es como caminar por un vertedero sembrado de flores. Tengo sed. El corazón me martillea en el pecho con fuerza, 130, 128. Intento no parecer nervioso, las manos me sudan, me las meto en los bolsillos de la cazadora, y bajo la cadencia de mis pasos, soy como un enamorado que no quiere llegar demasiado pronto a su primera cita. 90, 88. No deben de separarme de ella más de 500 metros. El número de visitantes baja a medida que me alejo de la entrada, la mayoría se queda en los primeros stands, a mí sólo me interesa el 220. Los expositores me miran desde sus puestos de chapa, me sonríen, quieren que me acerque, están frescos, ilusionados con la oportunidad que les da la feria, quieren darse a conocer, promocionarse, vender, para algunos es la primera vez, ya veremos si siguen igual de sonrientes dentro de una semana.  20, 18 ya he localizado la caseta 220, aspiro aire con fuerza, intento percibirla antes de verla.



Huelo dos perfumes de mujer, uno es Chanel Nº5,  pesado y empalagoso para esta hora de la mañana; el otro no lo conozco, es dulzón, huele a frutas demasiado maduras, también hay y una fragancia masculina, maderas y canela, agradable. Debajo de ellos hay otro olor, más sutil, fresco, a piel limpia, recién lavada y aún con trazas del aroma de jabón de Marsella. Desde aquí no puedo asegurarlo pero tiene que ser el de ella.   



Dejo el centro del paseo por donde camino y me escoro un poco a la izquierda, para tener mejor ángulo de visión. Allí está, no está sola, hay un par de personas visitando el stand, y un hombre su lado, debe ser alguien de la editorial, ella sólo estará unas pocas horas.



Ya la había visto antes en fotos, pero ninguna le hace justicia. Sus 45 años son la envidia de muchas chicas de 35. Su cara es un óvalo perfecto, de tez blanca, casi lechosa, enmarcado por una melena negra azabache, recogida en una especie de moño que ha sujetado con un lápiz. La nariz es pequeña ligeramente respingona, que le hace parecer más joven. Su boca no es ni grande ni pequeña, con unos labios rosados que no necesitan ningún carmín que los realce, con dientes iguales que perlas, pequeños y regulares. Pero sobre todos sus rasgos es la mirada la que te cautiva, con un poder casi hipnótico, inteligente, con unos ojos profundamente azules y unas pestañas que son azotes de seda, te someten con cada parpadeo.  



No soy consciente, pero llevo dos minutos plantado en medio del paseo de carruajes, embelesado, mirando la caseta 220, mirándola a ella.



Tengo que acercarme, aprovecho que está ocupada con esas personas, parecen muy interesadas, también son fans de Laura, no sólo curiosean,  así no seré su único punto de atención. Es estúpido, pero creo que de esta forma tendré ventaja, más tiempo para saber qué voy a decir, practicar mi frase, para no dudar cuando salga a escena. Soy doctor en hematología, a menudo doy conferencias, estoy acostumbrado a hablar en público, sin embargo irónicamente temo tartamudear.



“Buenos días Laura, encantado de conocerla, soy su mayor fan”

“Hola, me llamo Alejandro, como el vampiro de sus novelas, encantado de conocerla”

“Soy Alejandro. Buenos días, además soy vampiro, igual que el protagonista de sus novelas”



¿Quién da más?, El catálogo de estupideces que me bulle en la cabeza es antológico. El caso es que ya no hay remedio.



- Buenos días, ¿en qué le puedo ayudar?



Era el compañero de stand de Laura. Un hombre que ya había pasado del lustro, calvo y con unas gafas lectoras rojas, de ésas que se llevan alrededor del cuello en dos mitades y que cuando se van a colocar sobre la nariz,  se arman mediante un imán.



- Buenos días. Quería comprar un ejemplar y que me lo dedicase la autora

- Por supuesto, si quiere se lo voy cobrando mientras ella termina.

- Claro, claro

Ya la tenía, de hecho ya la había leído. Venir a la feria sólo es una excusa para conocerla personalmente.

Sus novelas seguían siendo fundamentalmente historias de amor entre vampiros y humanos. Llenas de clichés, de lo que se suponían que eran los vampiros, y que se alejaban bastante de la realidad, pero lo realmente increíble de aquella mujer era como dominaba la psique vampírica, como la entiende y como la describe. Había llegado a pensar que ella también era una vampira y que sólo escribía esas tonterías de los crucifijos y del ajo como una cortina de humo. Pero no, ella no podía ser vampiro, ya me había fijado en las fotos y ahora lo vuelvo a hacer, no cabía ninguna duda, Laura Sastre tiene colmillos.



- Laura, perdona - le interrumpió el compañero- tienes aquí a otro lector, que también quiere le dediques la novela.

La aclaración era del todo innecesaria, pues las dos señoras con las que charlaba cuando llegué se iban, y ya se había percatado de que tenía más trabajo.



- Hola, por supuesto, será un placer. -Dijo y tomó el libro que le tendía su compañero- ¿Cuál es su nombre, caballero?



Está a escaso metro y medio, preciosa, apuntándome con esos zafiros que tiene por ojos, sinceramente no he oído la pregunta, sólo la he visto mover los labios, contesto automáticamente - Alejandro- siento calor. Una especie de sofoco que me sube desde el pecho por el cuello, los maxilares están recibiendo un aporte extra de sangre, siento la tensión en la mejillas no puedo volver a abrir la boca o verá mis colmillos, que han salido de sus cavidades en el paladar como si fueran las uñas de un gato, es como una erección que también siento, pero más poderosa, más primitiva y más difícil de resistir. El páncreas está segregando adrenalina, mi cuerpo reacciona, se está preparando, todo él se tensa.  Hasta mis oídos no sólo llega el sonido de su voz, también oigo el latido de su corazón. Percibo como la sangre asciende desde él por sus arterias carótidas. Las pupilas se me han dilatado. Entra más luz en ellas, tamizada primero por el cristal oscuro de mis gafas y después filtrada por las lentillas, de cualquier forma no es suficiente protección, me arden. Unas irresistibles ganas de abalanzarme sobre ella me asaltan. Temo perder el control, es un instinto básico y juvenil, algo completamente olvidado, superado, impropio en alguien de mi edad y experiencia. Tengo que alejarme. La bestia que soy, el animal que se oculta en mi interior está pujando por salir, no sé si seré capaz de dominarlo mucho más. Aprieto las mandíbulas, noto como mis propios colmillos se me clavan, pruebo mi sangre.



- Muy bien, pues aquí tiene, Alejandro.



Me mira de forma extraña y curiosa, nota algo.



- Gracias.



Es lo único me atrevo a decir, es poco más que un gruñido incomprensible entre dientes. Recojo el ejemplar firmado, agacho la cabeza y me alejo de la caseta 220 lo más rápido que puedo.  



Continuará... SANGRE #2

 

domingo, 24 de julio de 2016

Resucitar una guitarra. (R.M.)

No siempre se tiene la suerte y el poder adquisitivo de cara y no siempre se acierta a la hora de adquirir un instrumento por primera vez con el propósito de hacerlo sonar bien, sentirse feliz y compartir esa felicidad con los demás ya sea en casa, en la calle, en una reunión de amigos, o sencillamente en la soledad de la habitación, a solas entre tú y tu guitarra. Esto último a veces es lo más gratificante por ser lo más íntimo y lo más satisfactorio en términos de aprendizaje.


Pero no siempre sabemos seleccionar una guitarra que se adapte a nuestras necesidades. En la mayoría de los casos la economía no acompaña a nuestros anhelos y no queda más remedio que comprar un instrumento de precio bajo con las trabas que conlleva en prestaciones: una guitarra barata (para mí, después de tantos años, barato es todo lo que esté por debajo de los 250 euros) no está fabricada con las maderas que son necesarias en cuanto a nobleza de sonido, equilibrio, terminación, uso de materiales, etc.


No me gusta cuando alguien dice la típica frase: para empezar, le compro una barata, no vaya que se canse a los cuatro días y tengo un trasto en la casa pillando sitio. si le gusta, cuando aprenda ya se comprará una buena.
Un instrumento musical no es un trasto. Es una creación para hacernos crecer como seres humanos, sentirnos bien interiormente y hacer felices a los demás con la música. Las guitarras baratas también tienen su corazoncito y sufren cuando oyen esto.
Es como pensar que al tener el carnet de conducir debes ''soltarte'' con un coche viejo.
Con un coche viejo te puedes matar y eso no tiene solución, pero con una guitarra barata te puedes lesionar seriamente las articulaciones, originarte tendinitis crónica y otras lesiones que pueden cambiar tu vida negativamente, pero esto sí se puede evitar.


Si la economía no permite tener una guitarra de gama media, siempre se puede intentar mejorarla. Suelen ser guitarras ensambladas en cadenas de montaje a costes muy bajos y con poca precisión. Por eso son tan baratas en las tiendas. No pidamos pescao gordo y que pese poco, no puede ser.


Lo que sí se puede hacer es procurarle al instrumento una serie de mejoras a nivel de usuario, no va a mejorar la calidad de sonido, porque eso lo determina la calidad de la madera y su construcción, pero sí la vamos a hacer más ''comoda'' de tocar, ya que la mayoría vienen con las cuerdas altísimas en relación al diapasón, lo que dificulta enormemente la digitación.


Con todo lo necesario preparado para el auto-tunning, voy a intentar explicar con sencillez los pasos a dar para intentar mejorar el estatus de nuestra nueva adquisición.
Hay que recalcar que esto es a nivel casero, muy sencillo, aunque lo mejor sería llevarla a un luthier, preguntarle y luego pedir presupuesto, porque a veces la reparación suele ser más elevada que el precio de la guitarra.


En este caso, lo que nos ocupa y preocupa es la elevada altura de las cuerdas sobre el mástil. No hay una ciencia exacta sobre esto, pero lo normal es que se encuentren a unos 3 mm. de altura con respecto al diapasón (donde ponemos los dedos para tocar)



En este caso, hay 4'2 mm de altura en el primer traste y en el doceavo, 4'4 mm. algo muy exagerado para cualquiera que pretenda hacerla sonar.


El objetivo es aflojar las cuerdas, extraer los huesos del mástil y el puente y limarlos poco a poco hasta rebajar la altura de las cuerdas, pero sin que éstas cerdeen, o sea, que al pisar un traste, no vibre con las varillas de los otros trastes y suene a tambor en vez de a guitarra.
Con una simple regla se puede ir comprobando si no tenemos a mano un calibre u otro instrumento de precisión. Pero insisto en que esto es una solución casera.


Sin llegar a quitar las cuerdas, las destensamos y sacamos el hueso para ir limándolo cuidadosamente por abajo, la zona de contacto con la madera. Nunca se debe hacer con la superficie en contacto con las cuerdas:



Esta es la parte más delicada de la operación, aquí hay que armarse de paciencia y no tener prisa bajo ningún concepto. Limar los huesos, volver a colocarlos en sus huecos correspondientes, situar las cuerdas encima, afinar, tocarlas traste por traste y comprobar que suenan las notas nítidas y volver a empezar hasta conseguir el rebaje deseado.


Una vez conseguido el tamaño deseado, quitamos por completo las cuerdas y procedemos a la puesta de largo de la guitarra:



Primero limpiamos toda la guitarra entera, revisamos todos sus rincones y observamos bien algún posible desperfecto.
Con un paño limpio, aplicamos cera natural con generosidad en las zonas de más uso por tener más desgaste. Nunca hay que usar productos que contengan ingredientes corrosivos bajo ningún concepto y mucho menos alcohol. El alcohol reseca y lo que queremos es alargar la vida de la madera y mantenerla en condiciones óptimas de conservación y para eso, el mejor alimento son las ceras naturales.

Yo tengo por costumbre dejar unas horas la guitarra en reposo para que la madera absorba bien las ceras y se nutra de manera efectiva.
Tras el reposo, se colocan los huesos en su lugar correspondiente y de forma lo más simétricamente posible y empezamos a colocar las cuerdas una por una:
Se empieza desde el puente y se realiza un entrelazado con la misma cuerda, entre tres y cuatro vueltas.
Sin soltar los extremos, tiramos de ellos en dirección opuesta, apretando con firmeza el nudo y sin soltar la parte larga.
El truco para que nunca se suelte por mucha tensión que se aplique a la cuerda, consiste en que la última vuelta del enlazado quede por detrás, casi tocando la tapa. Es un anclaje natural y no necesita llevar un tope y así no altera la imagen de la guitarra ni estropea su silueta.


Este debería ser el resultado final. Es obvio que tras el anclaje de la cuerda en el puente, el otro extremo se lleva hasta su clavijero correspondiente, se anuda con sencillez y se va tensando:
Una vez puestas y tensadas todas las cuerdas, se afinan y se comprueban de nuevo una por una en todos los trastes. Esta es una buena manera de empezar a familiarizarse de nuevo con la guitarra, ya que nos ofrece un nuevo tacto y un nuevo sonido.
Si comparamos las fotos finales con estas últimas, comprobaremos que la altura está sensiblemente reducida:



El traste seis está en el centro del mástil y es la zona más ''débil'' del diapasón y conviene comprobar minuciosamente la altura en este lugar y la limpieza de sonido. Es buen momento para practicar acordes, arpegios y escalas en esta zona y terminar de familiarizarse con la ''nueva'' guitarra.


Tachán!! jajaja ha resucitado, resurge cual ave Fénix de sus cenizas, luce mejor, suena mejor, es más cómoda al tacto y hasta parece de mejor familia (como diría mi abuela)
Pero no nos engañemos, sigue teniendo la misma calidad que tenía antes, sólo que la hemos resucitado a nuestra conveniencia y con las posibilidades que nos ofrece, pero es toda una alegría poder redescubrirla, disfrutarla y encariñarse con ella.
Ahora lo que procede es tocarla mucho y tener paciencia con ella porque está readaptándose tras el lifting, el lavado de cara y la inyección de vitaminas en forma de ceras naturales. Las cuerdas están todas nuevas y recién puestas y hasta que se aferren bien cada una a su tensión se desafinarán constantemente durante unos días hasta que suene perfecta, redonda.
Durante estos días hasta que se la entregue a su dueña (R.M.) ocupará un lugar especial en la habitación de la música, junto a mis amores inseparables, Claudia y la Srtá Fernándes, que la aconsejarán y le dirán ciertos truquillos de maquillaje para que luzca preciosa y presuma de juventud exultante.
Espero que no le cuentan demasiadas intimidades, aunque lo dudo muy seriamente; son dos señoras que saben estar a la altura de este cabalero que las ama incondicionalmente.




Pd:
Recomendación para la dueña:
(R.M.)
Todas mis guitarras tienen nombre propio: la Ibanez, Claudia, por la bella actriz Claudia Cardinale (una de las actrices que más le gustaban a mi padre, el muy pillín) la dorada, Señorita Fernándes por ser de la casa Fernándes, usada en los 80's por Santana y Clapton y hoy día la usan guitarristas como Alberto Cerijo o el bajista de Metallica. La acústica que te he prestado estos días, La Negra, ya sabes por qué, es evidente. La otra acústica, la Álvarez es una marca que me ha gustado siempre y hacía casi veinte años que quería tener una. Esta Álvarez se llama Elba, nombre de divinidad, porque suena brillante y equilibrada y tiene el color como la piel morena, igual que la divinidad hindú. Y la española se llama SaFa, por La Sagrada Familia, la obra de Gaudí que como sabes, se encuentra incompleta. La SaFa la encontré una tarde tirada en medio de una obra, sucia, sin cuerdas, manchada de cemento y tierra. Le dediqué casi cuatro meses de cuidados y cariño hasta resucitarla y rescatarla al mundo de la música y hoy, casi 25 años después, puedo asegurar que cumple su función de maravilla.


Tu guitarra será tuya siempre, será un altavoz de tu vida, de tus sentimientos, se atreverá a decir lo que tu no sepas explicar con palabras. El desamor, la injusticia del mundo, la rebeldía, las ganas de viajar, contará secretos, anhelos y pasiones y será la invitada de lujo en tardes de invierno y noches de verano. Contará casi toda tu vida y estará siempre ahí, a tu servicio, será una extensión de tu cuerpo y de tu alma, un ser con vida propia de la que tú y solo tú serás responsable.
Y como todos los caminos comienzan dando un paso al frente, tu primer paso debería ser bautizarla.
Acaba de resucitar. No sabe nada, no recuerda nada de su vida anterior, pero depende de ti para todo, es tu bebé y tiene que tener un nombre que la identifique.
Espero que cuando te la entregue ya tengas pensado el nombre que va a tener. Mientras tanto, yo le iré diciendo ''Peque''.