sábado, 30 de julio de 2016

SANGRE #2











Decenas de chorros de agua ardiente me golpean en la nuca. Aún me siento sucio, llevo más de media hora bajo la ducha y aún huelo su asqueroso aliento, aún noto su inmundicia pegada a mis manos. He vomitado varias veces, aunque no hay nada que vomitar, sólo es un reflejo de mi sistema nervioso ante el asco que siento. No me arrepiento de haberme alimentado de él, soy un enfermo alimentándome de otro enfermo, un bulímico que come de la basura, un yonki que devora a otro yonki. Era una necesidad, algo inevitable, no ha habido ninguna crueldad en ello, sólo tuve que hacerlo; intento causar el menor daño posible.



Tengo su imagen grabada en la cabeza a fuego, no puedo dejar de verla. Incluso cuando mordía a aquel yonki nauseabundo la veía a ella, veía a Laura, la mordía a ella. Lo de esta noche no ha dejado de ser una masturbación, una fantasía, una liberación. La necesidad de sentir la sangre caliente entrando a través de los colmillos, en una especie de eyaculación inversa y sangrienta, un placebo que me contenga, que me calme de ella.



Después de mi huida de la feria del libro me fui directamente a casa. Afortunadamente no vivo lejos. Una vez en ella me inyecté un calmante. Intenté saciar mi repentina sed con unos de los ratones que comparto con Ka, mi boa. Normalmente la sangre de un par de ratones me calma, es como fumar un cigarrillo después de estar dos horas metido en el cine o en un autobús. Pero hoy no ha funcionado, todo lo contrario. Necesitaba algo más grande, algo que calmara no sólo mi sed, si no también mis ganas de morder, la sangre de esos ratones era algo parecido a alimentarse por una sonda y mi organismo necesitaba alimento, pero también necesitaba “comerlo”.



Como hematólogo llevo intentando entender y combatir mi enfermedad. Sí, la llamo enfermedad, porque en realidad el vampirismo no deja de ser una mutación, una alteración en unos genes que provoca unos inconveniente como la foto-sensibilidad y la incapacidad de síntesis de hemoglobina en calidad y cantidad suficientes, por lo que nuestro organismo necesita aportes regulares de ella. Sin embargo, también potencia otras características más positivas como la agudeza de los sentidos, una gran resistencia y fuerza física además de una práctica inmunidad a las enfermedades infecciosas.

Esta mutación se expresa con la pubertad, a la madurez sexual le acompañan, además de otros cambios, el desarrollo de los colmillos, de los que carecemos hasta esos momentos. Sólo nacerán dos, en la mandíbula superior y lo harán en una segunda línea de dientes, quedando ocultos por los primeros. Son retráctiles y cuando no son necesarios se alojan en una cavidades resultas de una modificación del paladar.

En la antigüedad la única forma de conseguir sangre era succionándola de otros sujetos o animales, como es natural, siempre fuimos temidos y perseguidos, especialmente por la Iglesia, de ahí la leyenda de que los vampiros temamos a los crucifijos y a los símbolos religiosos, y no, no los tenemos, no tienen ningún efecto sobrenatural sobre nosotros, pero sinceramente, no son agradables a nuestros ojos, pienso que igual de desagradable que para un judío ver una esvástica.



Es por todo esto que mi reacción ante la imagen de la persona de aquella mujer me tiene tan preocupado. Con la edad, y un consumo regular de complejos vitamínicos ricos en hierro y de hemoglobina, he podido controlar mis instintos. De hecho hacía años que no sentía la imperiosa necesidad de salir de caza.



He intentado esperar a que cayera la noche, me metí en la cama con la intención de dormir pero ha sido imposible. Mi cuerpo seguía tenso, daba vueltas y más vueltas, encharcado en sudores fríos como la escarcha. En los escasos momentos en que he podido cerrar los ojos, me han asaltado terribles pesadillas, bizarras y surrealistas, de drogadicto con el mono.

Todavía no había anochecido pero no podía esperar más. Cambié de ropa, dejé la cazadora de ante y los chinos, por unos vaqueros raídos y vieja sudadera con capucha, baje a la calle para dirigirme a la estación de de Recoletos, allí tomaría el tren con destino Guadalajara o Alcalá de Henares, pero me bajaria mucho antes, en la estación de Vallecas. Allí busqué al conductor de una cunda y le pagué como si fuera llena, 30€, la quería para mí solo y la quería para ya. El sol ya se había ocultado cuando partimos hacia la Cañada Real, en busca de una dosis de droga, sólo que mi droga circulaba por la venas de aquel pobre desgraciado.

Le obligo a detener el coche en el arcén de un descampado amenazándolo con un cúter, entonces dejó salir la bestia.

Me abalanzo sobre él, hiede a orín seco y humo, no me importa. Mis colmillos salen en una erección violenta y casi dolorosa.

El hombre está paralizado, no intenta defenderse, su cabeza está ocupada en identificar qué le está atacando, no encuentra explicación, sólo una palabra absurda, vampiro. Ha acertado, mientras le muerdo en el cuello y succiono su sangre tinta y cálida, no sabe bien, está sucia, pero me sirve, me calma, y me escita con la cercanía de otro orgasmo, cada bombeo de su corazón me trae uno.

He conseguido saciarme, él ya ha muerto. Lo agarro por el pelo aceitoso y lo rajo por el cuello con el cúter, justo por la marca que han dejado mis colmillos, observo como la sangre mana del corte. Es un desecho humano, nadie lamentará su muerte, así y todo su cadáver será reconocido por la policía y se encargará una investigación. Aún queda suficiente sangre en su cuerpo para que la causa de muerte sea la degollación, un ajuste de cuenta entre dos toxicómanos, nada que ver con la realidad, nada que ver con extrañas marcas en el cuello, y la falta de un litro de sangre, nada que pueda hacer pensar en un vampiro.


Continuará …




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