miércoles, 26 de octubre de 2016

Yo de mayor, quiero ser faro.

..libros, mi guitarra y escribir, dije una vez no hace mucho, pensando en qué me llevaría a un faro si pudiera vivir en él, pero qué mejor cosa que ser faro?


Me gusta la mar, soy jabegote, me gusta el rolaje creado por las olas al retirarse de la orilla arrastrando granos de arena y conchas muertas. Me gusta oler a sal, a algas sueltas, muertas, bailando en el agua, a las piedras moldeadas, al sabor extremo que deja en la boca una gota, una sola y te hace recordar que la vida vino desde el agua, que soy efímero y mortal y siento la necesidad de crear, de dejar un buen legado, una obra, una oda al mar, a ése que tanto amo, a ésa orilla por pisar..


''Entre dos cachos de carne
va mi alma desgarrada
huyendo del sinsentir
buscando mares en calma
donde vararse y dejar
que las olas que lo bañan
le cuenten historias bellas
de sirenas que lo aman''.


''Jamás una afonía
me sentó tan bien
como en su boca.


Jamás esta vida loca
entre sus curvas
gozó de tanta rebeldía''.


El video que viene a continuación cuenta una vieja historia de supersticiones de la gente de la mar, de cómo ellos interpretan a su manera ciertas ''señales'' que ofrece la naturaleza, la vida y el comportamiento humano según su lugar en determinado momento y lugar. Una alegoría al destino que nos labramos en cada acción que acometemos y un punto y final de la letra aludiendo al mensaje divino de hacer el bien y amar las cosas que hacemos.


Y de paso aprovecho para hacer mi alegato personal en defensa de la música Rock. Aquí hay de todo, como en botica, ningún estilo musical está desprovisto de su propia mierda. Pero esto no resta ni un ápice de brillo a todo lo que está bien hecho. Al contrario, lo realza, seguramente porque a todos nos gusta lo bueno y tarde o temprano hay que dirigir los focos de atención a lo que se lo merece.


Desde que el Rock es Rock, hay infinidad de ejemplos de bandas en cuyas canciones las letras desempeñan un papel determinante, las hace distintivas de otras canciones por su complejidad, por ser dignas de estudio en lo filosófico o por estar inspiradas en genios literarios como por ejemplo Tolkien.
En este caso particular, he querido compartir a los Maiden como claro exponente de lo que reclamo y reivindico: calidad, cultura, originalidad, atractivo literario y relatos inquietantes, como los de esta canción.


Que el Rock no es cultura? JAJAJAJA!! Malditos bastardos.




A veces, el inconformismo nos determina a hacer incursiones por mares oscuros que nos llevan a buen puerto. El Rock no debería darte miedo, te acompaña, te cuenta historias, te incita a buscar, a leer, a cuestionar. a aprender y a luchar.


''De tocar esperándote,
me sangré los dedos.
Y cuando llegaste,
yo era un trozo de madera
tirada en el suelo''.


''Musa la luna mía.
te digo con mi guitarra
lo que no hablo ni en rimas.
Besos, que no palabras''.




Yo de mayor quiero ser faro. Todo esto y por más cosas, por ser jabegote, por la poesía del amanecer y el ocaso, por las noches de tormenta, por servir para algo.


Y para terminar, dejo aquí la letra de la canción ''rime of the ancient mariner'', son cuatro renglones de ná, fáciles de memorizar (nótese la ironía)


''Escucha la historia del viejo marinero
Mira sus ojos mientras para un invitado de tres
Hipnotiza a uno de los invitados a la boda
Quédate aquí y escucha las pesadillas del mar

Y se escucha música, en cuanto la novia va pasando
Cautivado por su encanto el marinero cuenta su historia

Llevado al sur a tierras de nieve y hielo
A un lugar en que nadie antes ha estado
Atravesando las tempestades de nieve vuela un albatros
Saluda en el nombre de Dios trayendo esperanza de buena suerte

Y el barco navegó de vuelta al norte
A través de la niebla y hielo y el albatros los seguía

El marinero mató al ave de buen presagio
Su tripulación gritó "por qué lo que hizo"
Cuando la niebla desapareció, lo justificaron
Y se hicieron cómplices del crimen

Navegando y navegando hacia el norte a través del mar
Navegando y navegando hacia el norte hasta que vuelva la calma

El albatros comenzó con su venganza
Un terrible maleficio, una sequía comenzó
La tripulación culpó al marinero de su mala suerte
El pájaro muerto cuelga de su cuello

Y la maldición continúa y continúa por los mares
Y la maldición continúa y continúa para ellos y para mí

Día tras día, día tras día,
Estamos varados, sin viento y sin movimiento
Tan inactivos como un barco pintado sobre un mar pintado
Agua, agua por todos lados y la comida disminuyó
Agua, agua por todos lados, ni una gota para beber
(Samuel Taylor Coleridge 1798-1834)

Habló entonces el marinero
Viene un barco por el horizonte
Pero cómo puede navegar
Sin viento y sin marea

Mira... al frente viene
al frente se acerca, lejos del sol
Mira, no tiene tripulación
No tiene vida, espera, pero si son dos!

La muerte, la muerte en vida
Ellos lanzaron los dados por la tripulación
Le ganó al marinero y le pertenece a ella ahora
Entonces la tripulación, uno a uno, cayó muerta,
Doscientos hombres
Ella, ella, muerte en vida
Ella lo dejó vivir, el es el elegido

Uno a uno, sobre la luna rodeada de estrellas
Muy rápido como para gemir o suspirar
Cada uno giró su rostro cadavérico
Y me maldijo con sus ojos
Cuatro veces cincuenta hombres
(Y no escuché ningún suspiro, ningún gemido)
Con pesado estruendo, un bulto sin vida,
Cayeron uno por uno
(Samuel Taylor Coleridge 1798-1834)

La maldición vive en sus ojos
El marinero deseó haber muerto
Junto con las criaturas del mar
Pero ellas vivieron, igual que él

Y sobre la luz de la luna
El reza por su belleza sin condena
De corazón las bendijo
Criaturas de Dios, a todas ellas también

Entonces el hechizo empezó a romperse
El albatros cayó de su cuello
Y se hundío como plomo en el mar
después de caer, comenzó a llover

Escucha el gemir de los marineros muertos hace tiempo
Mira cómo se mueven y se levantan
Cuerpos levantados por buenos espíritus
Ninguno de ellos habló , estan sus ojos sin vida

La venganza continúa, el castigo comienza de nuevo
Atrapado en un trance y la pesadilla sigue adelante

Finalmente la maldición es levantada
Y el marinero mira su hogar
Espíritus salen de los cuerpos muertos hace mucho tiempo
Forman su propia luz y el marinero es abandonado

Y luego un bote vino navegando hacia él
Era una dicha que no podía creer
Los pilotos del barco eran su hijo y un ermitaño
Penitencia eterna caerá sobre el

Y el barco se hunde como plomo en el mar
Y el ermitaño perdona al marinero sus pecados

El marinero está destinado a contar esta historia
A contar este realto donde quiera que vaya
Enseñar la palabra de Dios con su propio ejemplo
Que debemos amar todas las cosas que Dios creó

Y el invitado a la boda es un triste y sabio hombre
Y el relato continúa, continúa y continúa..''











Mantengo humildes mis orejas.

lunes, 24 de octubre de 2016

SANGRE #5







(...Leucemia, leucemia...)
Arranco la hoja, es la quinta hoja que arranco, no puedo escribir otra palabra que no sea Leucemia.
Papá está mal, muy mal. Los autotrasplantes de médula no han funcionado, se está apagando como una vela que se queda sin cera. Mamá está destrozada y yo no puedo hacer nada, sólo estar a su lado.
El trabajo no me permite ir a verles más que los fines de semana, el comienzo del curso en la facultad absorbe mucho tiempo, y el poco que me deja, lo pierdo en intentar escribir, pero no puedo, las frases no quieren salir, no pueden, en la punta del bolígrafo se ha formado una especie troquel, es un molde malvado que transforma todas las palabras, que obliga a la tinta a escribir Leucemia, sólo puedo escribir esa maldita palabra.
Al menos mis hermanos viven allí y pueden estar, pasar más tiempo con él, con ellos; las bodegas también son muy absorbentes, por lo menos viven cerca del hospital.

Me recuesto en el asiento del AVE y suelto el bolígrafo en la bandeja, junto a las cinco bolas de papel. Debería ser más fuerte, pero esto me está pudiendo.

Los primeros días, tras recibir la noticia intenté ser positiva, la medicina avanza a pasos agigantados, mi padre tendría los mejores médicos y los recursos necesarios y era la persona más fuerte que he conocido. Levantó una bodega con poco más que un puñado de cepas y unas hectáreas de tierra, nadie habría apostado un duro por él y ahora sus caldos se exportan a medio mundo. Él era un luchador, no se iba a dejar vencer tan fácilmente.

Me prometí a mí misma que no hurgaría en internet, que no buscaría ningún tipo de información sobre la enfermedad de papá en la red, pero me mentí. No es que lo hiciera inmediatamente, pero la enfermedad era muy rápida, papá caía en picado, la sola idea de que fuera a morir nos destrozó como familia.
El equipo médico intentó calmarnos, decirnos que la enfermedad estaba siendo muy agresiva, pero que no había que desfallecer, que había que seguir intentándolo, luchando.

El pánico cundió primero en mamá, que nos lo contagió, su miedo era como una bola fuego griego y nosotros tejados de paja que prendieron con una increíble facilidad, cada uno hicimos la guerra por nuestra cuenta y el caos fue absoluto. La leucemia nos había dividido, sólo era cuestión de tiempo que nos venciera. Intentamos aislar a papá de nuestras dudas, de nuestros temores pero, a pesar del dolor, a pesar de los fuertes tratamientos èl podía oler el miedo, el nuestro, como si fuéramos un rebaño que ha perdido a su perro guardián, como un rebaño que ve como no ya no queda nadie que les proteja del lobo. Papá siempre había sido ese pilar, ese fuste donde nos apoyamos todos, donde se apoyaba todo y ahora era él el que necesitaba el nuestro y le estábamos fallando. Lo puede ver en sus ojos, puede ver su miedo, puede ver cómo sufría por nosotros y cómo no temía a la muerte, ni al dolor, temía dejarnos solos, porque sabía que éramos un rebaño en desbandada. ¿Cuánto tardaríamos en hundir su trabajo, cuánto en destrozar su obra?

Yo era la única que podía tomar el timón. Yo, la más díscola de todos, la que se había hecho a sí misma, la rebelde sin causa, que renegó de las bodegas, de la familia y buscó su propio sustento en algo muy distinto, en algo que nada tenía que ver con las uvas y el vino y que ni siquiera vivía en la misma ciudad, la que se marchó, porque en realidad era la más parecida a papá.

Tenía que hacer algo, se lo debía a mi familia, a mi padre. Organicé una reunión en una de las cavas privadas de la bodega. Allí, bajo la tierra, en la semioscuridad, sentiremos la esencia de nuestra casa. Nosotros mamamos vino y no leche, allí rodeados de miles de botellas, allí y no en un despacho de abogados hablaríamos del futuro de la familia. Hoy era ese día, el tren de alta velocidad estaba llegando a Valladolid.

Bajo del tren, no somos muchos viajeros, la mayoría son hombres de negocios, hay un par de orientales vestidos de alguna forma intermedia entre Indiana Jones y Joker, llevan dos mochilas enormes, yo sólo una pequeña y el bolso. Al final del andén está Luis, es el pequeño de mis dos hermanos, aún así me saca 4 años, lleva puesto un impecable traje de chaqueta azul oscuro con una corbata granate y rayas al bies claras, diría que son blancas como la camisa, pero desde tan lejos no estoy segura, levanto el brazo para saludarlo. Él me responde con un leve gesto de la mano. Todo en él es leve, desde su complexión física hasta su carácter.
Vivir y trabajar a la sombra de Pablo no era precisamente lo mejor para contrarrestar esa levedad, pero en el fondo es mejor así, él nunca se había quejado o al menos no nos habíamos enterado si lo hizo.
Seguro que Pablo le había enviado a buscarla, ahora se arrepentía de haber venido en tren, no le gustaba tener que depender de que su hermano mayor mandara nadie a buscarla, aunque fuera a su otro hermano y no a un operario de la bodega, aunque en realidad fuera lo mismo. Venir en tren había sido una mala idea, pensé que el trayecto me ayudaría a relajarme y que incluso podría haber escrito algo,  ya se había visto que ni lo uno ni lo otro.
Pablo es el hermano mayor, siempre fue el favorito de papá, y la verdad, ella comprendía a su padre. Siempre fue lo que papá quiso que fuera, buen estudiante y dócil, era el futuro de la bodega, el natural relevo de papá. Sólo que papá no comprendía que su hijo modelo era un perfecto segundo de abordo, un perfecto actor y que cuando se viera solo, solo de verdad se le caería la máscara y saldría a flote su verdadero carácter, su egocentrismo despótico e iracundo. Luis y yo lo sabíamos bien, pero papá no, papá solo veía lo que quería ver, a su primogénito al frente del negocio familiar, porque su hijo menor era débil y su hija..su hija..era una mujer…

  • Hola Noe, ¿cómo estás?, Saluda mi hermano, nos besamos en la mejilla
  • Bien Luis, ¿y papá? ¿cómo sigue?.
  • Tirando, le han puesto un nuevo ciclo de quimio, te puedes imaginar..es fuerte pero..
  • ¿Y Mamá?
  • No consiente en apartarse de él. Pablo discutió anoche con ella, no quiere que esté tanto tiempo en el hospital, dice que no le hace bien, que..
  • ¡Pablo, Pablo! - Le interrumpo -. ¿Qué sabrá Pablo? Mamá está viendo como su marido se está muriendo, ¡qué espera que haga, que se quede en casa mirando la tele!
  • Ya Noe, ya sabes cómo es. Bueno vamos al coche, que se hace tarde, nos están esperando

Montamos en el coche. La finca donde está la bodega no queda lejos de Valladolid capital, pertenece al municipio de Villanueva de Duero. Los 40 minutos de viaje los hacemos en silencio. El rumor del motor es apenas audible, lo que noto es una pequeña vibración en la planta de los pies. No me apetece hablar, guardo las palabras, en un rato las voy a necesitar. Luis permanece con la mirada fija en la carretera, tampoco quiere hablar, no es su fuerte, en el fondo está deseando que todo termine, que se clarifique, necesita reubicarse, es como un mandril asustado esperando a que la jauría se reorganice, esperando a su nuevo macho alfa.
  • Te apetece escuchar música? Me pregunta sin mirarme

Pulso el botón de power de la consola a modo de respuesta. Los primeros compases del invierno de Vivaldi empiezan a salir por los altavoces del todocamino, <<qué apropiado>>. Que siga soltero es mérito de mamá, es una presa fácil para lagartas en busca de un buen partido y ella lo sabe, no va a dejar que cualquier espabilada se menta en la familia. En el fondo me da pena, mucha. Es un niño grande, aún tiene esa mirada inocente y limpia en sus ojos de color miel. Otras veces lo pienso mejor, no tiene porqué darme pena, él es feliz, aparentemente lo es, sólo que me imagino en su piel y pienso lo que yo sentiría, pero claro, yo no soy él.

Estamos llegando, estamos a cinco kilómetros del cruce con la nacional, luego un par de kilómetros más por un camino de tierra y ya. Hay otra entrada asfaltada pero ésta es más privada, casi secreta, no hay indicaciones, parece más la entrada a un coto de caza que un camino que conduce a una de las bodegas más importantes del país.

En unas de los pocas situaciones que mi hermano Luis no parece un ser apocado y pusilánime es con un volante en las manos. El coche vuela por la carretera comarcal CL610, es verdad que está vacía, que es un llano prácticamente recto y que la conoce de memoria,  pero 140 km/h me parecen excesivos. Estoy a punto de decírselo cuando alarga el brazo para bajar una marcha, noto un tirón y como el motor se revoluciona violentamente, su rugido engulle a Vivaldi, o no ha pisado el freno o el coche no frena. La curva no es muy cerrada pero vamos a demasiado rápidos. Miro a mi hermano, grito su nombre, me agarro con todas mis fuerza al reposabrazos de la puerta y contraigo hasta el último los músculos en un acto reflejo. El mundo ha comenzado a girar, arriba y abajo se confunden, Vivaldi sigue sonando, es lo último que escucho, todo se vuelve negro de repente.

domingo, 16 de octubre de 2016

SOLEDAD







Siempre había estado solo, desde que nació desde que abandonó el vientre materno la sensación de soledad le había acompañado e irónicamente le había hecho compañía toda la vida.
Sus primeros años fueron de hijo único, y entonces no notó tanto la soledad, no al menos en casa, pero ya en el jardín de infancia empezó a comprender que no era un niño como los demás. Malcriado por su protectora madre, era llorón y miedoso. Los demás niños no iban a dejar escapar aquel juguete, blandito y rosado, no, pronto se convirtió en la víctima perfecta, y durante todos sus años de colegial lo seguiría siendo.

Ya sabía lo que era sentirse solo, solo en el patio del recreo y solo en un pupitre, porque nadie quería ser amigo del rarito, nadie del gordo cuatro ojos, capitán de los piojos. Pero incluso entonces, incluso después de las burlas, las humillaciones y de los golpes, no sabía lo que era realmente la soledad, porque después del colegio siempre estaba mamá. Papá no. Papá era un señor que llegaba por las noches, oliendo a gasolina,sudor y tabaco. Él lo oía llegar después de cenar, cuando ya hacía un rato que estaba en la cama y creían que dormía. Entonces papá entraba en su habitación y le besaba en la frente. Le gustaba que papá le besara en la frente cada noche, aunque apestara, le hacía sentirse seguro y entonces podía dejarse dormir, también se quedaba tranquilo porque sabía que mamá no se quedaba sola, papá era grande y fuerte y la protegería durante la noche.
Mamá era su amiga, jugaba con él, le contaba cuentos y le llevaba a ver películas al cine, con mamá nunca se sentía solo. Esa señora callada y negra no se atrevía a cruzar el umbral de casa, hasta que un dia mamá le dio una desconcertante noticia; Iba a tener un hermano.

Él tenía ya diez años. Entonces la soledad llegó con sus maletas y no sólo se atrevió a entrar, si no que se instaló en casa, porque la cigüeña les había traído un bebé a ellos, y también le había traído la llave de su casa a aquella señora de negro.
Su hermano resultó ser un bebé gritón, que no dejaba un momento de tranquilidad a mamá, que siempre estaba ocupada por él. Mamá no tenía tiempo para jugar, casi no le contaba cuentos pero aun así siempre estaba sonriendo. Eso le resultaba raro, no comprendía cómo mamá podía estar tan sonriente, tan contenta de estar siempre atareada con esa cosita que sólo sabía llorar y hacer cacas.
Sí había leído sobre los hermanos y había visto niños en el colegio que tenían hermanos. Los había mayores y pequeños, él pertenecía a la categoría de hermanos mayores. Mamá se lo recordaba constantemente “ahora eres el hermano mayor, tienes que dar ejemplo” y luego desaparecía porque su hermano “pequeño” había comenzado a berrear de nuevo. Al final Iba a resultar que todo lo que había leído y todo lo que le habían contado sobre lo maravilloso que era tener un hermano era mentira, como otras tantos cuentos sobre dragones y ogros, solo eran fantasías, ser hermano mayor no era nada divertido, de hecho era algo que no le gustaba nada, que le quitaba a mamá, era como si con su llegada hubieran contratado a una especie de nani para que le cuidara y esa aya no era otra que su vieja amiga la soledad. 

Algunas tardes después de merendar se acercaba al cuna, a ver a su hermano, junto a la cama de sus padres. Casi no había sitio entre la cuna y el colchón de matrimonio que llenaban el pequeño dormitorio, así que se subía con cuidado a la cama grande, para no arrugar mucho la colcha y poder mirarlo. Observaba como hacía ruiditos y cómo se removía. Los primeros meses sólo dormía y no se atrevió ni a tocarlo. Además mamá no tardaba en aparecer para echarlo de allí, que lo iba a despertar y no sé qué de las manos sucias y los microbios.

Un día sí lo tocó, metió la mano por entre los barrotes y con mucho cuidado acercó el dedo índice a la manita, que tenía cerrada en un puño. Entonces el bebé, al sentir el roce del dedo, abrió la manita y se agarró al enorme dedo de su hermano. La mano estaba muy caliente y el contacto fue agradable, así que se quedó con el dedo atrapado en ese pequeño cepo por miedo a molestarle. Mamá llegó al poco y lo espantó como si fuera un perro que merodea cerca de la mesa con la cena servida, no sabría decir si fueron muchos o pocos los minutos que tardó en llegar, porque se había quedado embelesado viendo como su pequeño hermanito le agarraba el dedo mientras seguía durmiendo plácidamente, como si su dedo fuera el beso de por las noches de papá. Por un momento aprendió a quererlo.
Evocó muchas veces esa sensación. Era reconfortante, cálida, de esa calidez de abrazo, de ésa que sentía cuando mamá le abrazaba, pero decidió no acercarse más a la cuna ...porque aquella sensación era la que le había quitado a su madre. Aquello era lo que mamá había sentido, a lo mejor ella lo sentía con mucha más intensidad; claro porque ella era la madre y él sólo el hermano mayor. Eso era lo que los mayores debían de llamar droga..sí eso era, era lo que le oía decir a mamá a papá, cuando le recriminaba que apestaba a tabaco, que tenía que dejar aquella porquería, aquella droga, porque lo iba a matar. Entonces papá se enfadaba y decía que sólo eran exageraciones de la tele, que no era para tanto, que sólo era hierba tostada, que su padre vivió con 80 años con un “pito” colgado de los labios y que eso no podía hacer tanto daño. Justo el mismo tipo de excusas que mamá usaba cuando él le decía a mamá que ya lo jugaba con él, que casi no le contaba cuentos..que ya no le quería...las mismas, las mismas excusas. 

Decidió que tenía que hacer algo, no podía que aquella droga, que aquel en apariencia inocente bebé le robara a su mamá. Podía soportar la soledad, podía estar solo en el pupitre de clase y en el patio, podía aguantar las burlas y las torturas de sus compañeros, incluso aprender a ser invisible para evitarlas, pero no estaba dispuesto a cambiar a su mamá por la soledad. No, aquella señora no podía quedarse en casa, no podía ocupar el lugar de mamá y aquella cosita rosada y llorona no lo iba a conseguir.
Era sábado, el sábado siempre había sido su día favorito, no había colegio, ni al día siguiente tampoco. Esos días, antes de que llegara el bebé, mamá lo despertaba tarde, le preparaba su desayuno favorito, tortitas con nata montada y sirope de chocolate, y veían juntos alguna película en el video. Su preferida era Los Goonies, la habían visto decenas de veces, tantas que algunos tramos de la cinta se habían dañado y salía una especie de nieve sobre las imagenes, pero no importaba demasiado, se la sabían de memoria.
Eso ya no pasaba, ahora mamá no tenía tiempo de hacer tortitas, ni de ver películas con él, ahora le ponía el tazón de cereales con Cola-Cao de todos los días y lo dejaba solo, viendo el canal infantil, con aquellos estúpidos dibujos del cangrejo usurero y la esponja tonta, para ir a hacer las tareas de la casa, antes que su hermano se despertara llorando, porque tuviera hambre o simplemente porque quería a mamá solo para él. Sin embargo aquel día iba a ser el último. Mamá subiría a la azotea a tender la pila de ropa, que su hermano manchaba constantemente, entonces sería su momento. Efectivamente mamá cargó con el baño de plástico azul lleno de ropa apoyado en la cadera y desapareció camino a la azotea - No te muevas de ahí cariño, sólo tardaré unos minutos, enseguida vuelvo - le dijo antes de marchar.

Nada más sentir como la puerta de la casa se cerraba salió disparado hacia la habitación de sus padres, donde estaba la cuna con su hermano dentro, dormía. A los pies de la cuna estaba el Señor Le. El Señor Le era suyo, un osito de peluche marrón, que por alguna razón que no llegaba a entender había pasado de su habitación a la cuna de aquel recién llegado, otra cosa más que iba a recuperar. Se subió a la cama que aún estaba sin hacer y tomó el peluche. En ese instante el bebé abrió los ojos y le sonrió. -Quieres a el Señor Le, ¿verdad?, pues tómalo-, le dijo en voz baja y lo apretó contra la carita del bebé, que no opuso resistencia, apenas si se movió. Luego volvió a dejar el juguete donde estaba y corrió a terminar su bol de cereales. Nada más se sentó a la mesa, oyó como la puerta se abría, mamá, su mamá volvía de la azotea. Se giró con una sonrisa en los labios, y juraría que vio salir a aquella mujer de negro cargada con una maleta, al mismo tiempo que su madre entraba con el balde de plástico azul vacío. Mamá volvía a ser para él, única y exclusivamente para él.

 

FIN

viernes, 14 de octubre de 2016

Y con esto, quedo en paz.

Pulsa al play del video, deja que suene y lee..




''....si ni siquiera yo lo tengo claro, pero tengo tanto vivido, tantas experiencias, sensaciones, recuerdos, vivencias y anécdotas, que se marean en la memoria y se van mezclando lentamente. Aún me quedaría el consuelo de materializar todo esto en unas hojas sueltas..como apuntes, pero, de qué serviría, quién querría leer las chapuzas y desventuras de un cateto reciclado que lo único que quiere hacer es, como dice la canción: live and let die''.


''...pero, cómo lo cuento? cómo me sitúo? por dónde empiezo? qué sería prioritario? no sé si por orden cronológico, lo cual se me antoja imposible, porque ya digo, se van mezclando.. por orden de importancia, también relativo, porque lo que para mí pudiera ser primordial para ti podría resultar banal. Lo que para mí sería anecdótico, para otro pudiera resultar revelador..''


''..todo es según el color del cristal con que se mira.
- Cuando le preguntaron al torero retirado: maestro, cómo ha conseguido reunir todo éste imperio, toda esta riqueza?
El mataor respondió: degenerando, degenerando.


Resulta curioso, verdad? Todos distorsionamos, la vida nos recibe con los brazos abiertos y una medio sonrisa socarrona, como diciendo: llora, llora y acostúmbrate, que esto no es como empieza, amigo, ya verás la de sorpresas que te tengo guardadas''.


''.. y van pasando los años.. lo que de niño era todo posible en mi cabeza y mi imaginación no conocía límites, entre los corsés estúpidos de la familia, el qué dirán de los vecinos, las limitaciones geográficas, sociales, el sentimiento de culpa asociado a la represión cultural y la envidia, la puta envidia! los celos, el rencor.. todo esto, transfórmalo en flores y siémbralas en tu huerto y verás en pocas semanas que lo que creías que era tu Edén, se ha convertido en un estercolero putrefacto''.


''...todos los defectos de ser humano (y las virtudes) van a la par cuando naces, así que según la suerte que tengas al recaer en esta o en otra familia, harán crecer tu jardín impoluto o alimentar tu vertedero..''


''... no todo es blanco o negro, afortunadamente, hay un infinito abanico de colores que se van intuyendo a medida que avanzas en la vida, ya seas cartero, soldador o programador. Está en ti que veas las cosas del color adecuado, no solamente como a ti te venga bien, lo fácil es destruir, pero construir, crear, inventar, requiere un sacrificio y una dedicación..''


''.. se puede construir un castillo de naipes sobre un tapete en más o menos tiempo; lo puedes hacer más grande o más pequeño, como tú quieras, pero has tenido que construirlo primero en tu mente, imaginarlo, crearlo, darle forma y después, según tu habilidad con las manos, levantarlo...
Seguro que al poner la última carta te tiemblan los dedos más que nunca, estás nervioso, ilusionado y tu imaginación se lo está pasando en grande, estás viendo el castillo y ves los jefes de la guardia real, las princesas suspirando y en el patio de ese castillo, los caballos orgullosos luciendo las crines recién cepilladas..''


''..de pronto, un estruendo que sobresalta! pones los pies en el suelo a la velocidad de la luz, intentas proteger tu obra: la vida de los habitantes de tu castillo están en tus manos. Intentas crear una cúpula de cristal indestructible que lo resguarde todo, pero es muy tarde..
El gilipollas de tu hermano ha llegado corriendo y gritando y de un solo soplido, ha reducido a escombros tu obra..''


Lo fácil es destruir.






Hojas que quemar antes de partir y quedar en paz.








Mantengo humildes mis orejas.

jueves, 6 de octubre de 2016

Fumando espero?

No hay perro viejo con trucos nuevos.
Lo que se aprende de niño o de chaval y se lleva a la práctica durante gran parte de la vida, se convierte en parte de nosotros, casi intrínseco a la cada persona. Hábitos de estudio, prácticas deportivas, compromisos laborales, hobbies y hasta vicios menos recomendables.




Como bien sabéis los que me leéis desde el inicio, llevo casi dos años retirado de los escenarios roqueros. Sigo estudiando y practicando guitarra casi a diario, pero en un plano acústico, más reposado pero no por eso menos serio. Ya no hay electricidad en los instrumentos, ahora es la guitarra acústica sola, limpia, sin efectos. Desnuda. Sólos ella y yo al servicio de la canción.
Minimalismo enriquecedor.


Hace pocos días me invitaron a un concierto acústico en un bar de la capital. Dos cantautores en un mismo escenario. Dos voces y dos guitarras. Velada intimista, casi en plan familiar. Todo mágico, entrañable. Era casi cerrar los ojos y que las letras de las canciones te hicieran estar en paz contigo mismo. Artistas que cantan sus verdades y el oyente las hace suyas.


Todo perfecto. Ellos cantaban, nosotros aplaudíamos, brindábamos desde la barra y seguíamos con la liturgia, hasta que la costumbre o el vicio hizo acto de presencia.


Los que hemos disfrutado de ciertas libertades en los 80's y 90's hasta que salió (merecidamente, por supuesto) la ley que prohibía fumar en los espacios públicos, llevamos muy mal eso de no poder disfrutar de un cigarro sentados junto a la barra del garito mientras hablamos o como en éste caso, mientras disfrutamos de la música en directo.


Esto puede resultar una postura anticuada o radical, me dá igual. Respeto la ley y me salgo fuera a fumar, pero me jode perderme esos tres minutos de show, porque uno de los placeres más insalubres que hay es el de disfrutar de un cigarro mientras el Jack Daniel's te limpia el esófago.


Voy a dejar el tabaco. Entre otras cosas, porque ya me hago mayor y no hay que hacer muchas tonterías de juventud, pero no será la primera ni la última vez que paso de entrar a un bar sabiendo lo que me va a ocurrir. También los negocios pierden dinero con eso. No es lo mismo entrar, tomarte una copa y salir a fumar (con el corte de rollo que implica), que llegar, poder fumar y quedarte allí hasta que se vacíe la cartera, porque no hace falta salir a la calle para nada.




Reconozco que nunca llevé bien eso de los convencionalismos sociales, el hacer algo para ''quedar bien'', tal vez por el entorno donde vivo, rodeado de playas y zonas agrestes, desérticas, aisladas, donde siempre hubo una cierta permisividad a la hora de dejar a la gente disfrutar de los lugares. Cuando estás al aire libre, sólo te preocupas de pasarlo bien, en solitario o en compañía.


Poco más de dos décadas tocando al aire libre, sin más techo que las estrellas en el cielo, bares a pie de playa o escondidos entre pitacos dan una sensación de libertad incomparable y eso es algo a lo que es muy difícil renunciar. Es más, es que no quiero, no estoy dispuesto a perderlo, pero en la ciudad las cosas son de otra manera y la adaptación la llevo fatal, por no decir horrible.


Poder tocar en la puerta de un bar en plena calle una noche de verano mientras la gente pasea libremente en parejas, grupos o en familia, que se paren a escuchar, que se sienten a tomar algo y que no tengan prisa por irse ni salir a la calle a echar el cigarrito, no tiene precio.


Noches bajo una carpa, con suelo de arena, con coros de oleaje e iluminados por el reflejo de la luna en la mar. La gente en total libertad, unos sentados frente a la banda, otros completamente tumbados contando estrellas bajo la música en directo, parejas camufladas entre montículos de arena... la felicidad convertida en concierto.


Escenarios bajo un árbol, perfume natural, brisa marina invadiendo el ambiente, colegueo, buenas vibraciones y libertad de movimientos dentro o fuera del bar, pero sin restricciones en la calle.
''yo sólo hago rock'n'roll y no voy más lejos''


Noches de haima, de sentir en la espalda el zumbido de un Marshall a todo volumen, de cantarle a los cuatro vientos que eres libre y eres feliz de esa manera, que no importa si vienes o vas, si entras o sales, que dá igual parar o no parar, de tocar un solo y que alguien te ponga una botella en la boca sin pedirlo y luego te dejen en los labios un cigarro encendido.


Tocar al aire libre es otra película, efectivamente no es un concierto acústico aunque también se puede hacer y crear la misma magia. Todo está en lo que hagas, cómo lo hagas y lo que transmitas. Todo sale de ti, va a los altavoces y ellos escupen tu feeling sin guardarse nada. Primero lo disfrutas tú como músico para que el respetable pueda gozar. No conozco otra manera, ni me interesa.


Nada más satisfactorio en ése momento que ver a la gente acercarse sin miedo, con ganas, disfrutando, sintiéndose libres de expresarse como quieran, devolviéndote la energía por duplicado. No hay cansancio, no te acuerdas de las interminables horas estudiando en soledad, ensayando cien veces con la banda, cargar la furgoneta, cenar un bocata y llegar a otro día con el sol en alto.


Nada mejor que tocar al aire libre, que el público se sepa las canciones casi mejor que tú, oírlos cantar cada palabra de la letra y en algunos casos, hasta gritar el solo de guitarra. Eso es algo que cualquier músico lo sabe y lo aprecia.


Se toca como se ensaya, no concibo las reservas en una actuación en directo. No es una partida de cartas, es dar altruísticamnte, ser generosos. No basta con salir y cumplir, el rock no lo veo así y a mi lado no quiero músicos con reservas. Las reservas para el buen vino. En la música hay que darlo todo y si no piensas como yo, mejor busca otro compañero de corcheas.




Las dos chicas sujetas por sus manos me hicieron emocionar días después cuando me regalaron la foto. Que se pongan en contacto con un músico, le regalen sus fotos y le digan que durante un par de horas fueron felices y se olvidaron de todo, no se paga con nada del mundo. porque la música para mí no es un trabajo, es alimentar mi alma y repartir sonrisas desde mi guitarra y eso no lo cambio por nada del mundo.


Han sido muchos años tocando para ti, para este y para aquella, criaturas anónimas que buscaban lo mismo que yo: la felicidad.
Y si esa felicidad llegaba en forma de música, sin más techo que el cielo y cerca de la playa, era el paraíso.


Todo ha valido la pena, pero si he de quedarme con una imagen, me quedaría con la expresión de la cara de esta niña una noche de verano en el bar de Jo en Los Escullos, cerca de mi pueblo:


No se movió de mi lado hasta que acabó el concierto. Esa noche un ángel se hizo carne y dí por bien fumados todos los cartones de tabaco que llevo en el cuerpo.


No nací para estar encerrado, ni bajo techo.








Mantengo humildes mis orejas.

sábado, 1 de octubre de 2016

El Marcapáginas

El Marcapáginas 


Miró el marcapáginas como si fuera algo nuevo, algo que no debía estar ahí. Pero ese era su sitio, lo decía su nombre, estaba cumpliendo su función, para lo que había sido concebido y fabricado, señalaba por donde había dejado de leer aquella novela la vez anterior.

En realidad sólo era un cuadrado de cartulina roja. Pero era más que eso, su hermana los había hecho, había diseñado ese marcapáginas como obsequio para los invitados a su boda. Buscó una bonita ilustración de dos niños besándose y lo montó sobre el cartón, luego añadió un corazón con sus nombres como pie de foto y los plastificó. Encargó varias decenas. Fue un detalle entrañable. Un gesto de una hermana ilusionada con la boda de su único hermano. Ese hermano mayor, que marchó de casa cuando ella era aún una niña y que casi era un extraño que acabara de conocer, del que sólo guardaba recuerdos de niñez, y visitas de pocos días en verano y Navidad, que ahora se casaba con otra extraña. Una chica que empezó a aparecer con él, en esos escasos permisos en que volvía a casa.

Y ahora de repente, después de todos aquellos años, después de todas aquellas miles de paginas, después de haber sido su guía en tantas horas de lectura, le resultaba un trozo de cartón forrado de plástico extraño y ajeno.

Lo tomó con cuidado, sujetándolo entre el índice y el corazón. Efectivamente, allí seguían esos dos niños besándose, como si el tiempo no existiera , como si no pasara por ellos, debajo su nombre y el de desde ese día fue su esposa. Pero el tiempo si existía o al menos sí para él, para ellos. Pasó la yema del dedo pulgar de la otra mano por el canto del marcapáginas, sintió su filo duro y flexible a la vez, igual que el de un cuchillo jamonero. Luego lo agarró firmemente y lo deslizó a la velocidad del rayo sobre la muñeca izquierda, mientras observaba la palma de la mano, mientras observaba ese pequeño callito que le formaba la alianza de casado debajo del dedo anular. Nunca se lo cambio de dedo, siempre la llevó en la mano izquierda donde los latidos del corazón son más fuertes.

El corte fue limpio, poco más que un arañazo, pero lo suficientemente profundo para dañar los vasos sanguíneos que hay debajo de la escasa piel de esa zona. Una gota de sangre oscura y lenta manó. Quemaba, escocía. Volvió a deslizar el marcapáginas, ampliando el corte que ya sí se podía llamar así. La muñeca sangraba abundantemente. Satisfecho de su trabajo devolvió el marcapáginas a su lugar, a entre las hojas de la novela que estaba leyendo, y que había releído muchas veces, decenas de veces; era la única novela que poseía, Las desventuras del joven Werther, de Goethe. Se recostó sobre su solitario lecho de cartones y se dispuso a aguardar a la muerte. 
 
 
FIN