jueves, 30 de marzo de 2017

Eran noches de sembrar arte.



No sé en otras ciudades, pero aquí en Almería el panorama roquero underground andaba ya bastante revuelto con los Gunners, todos querían tocar ''sweet child o'mine'' con ese original riff de Slash en Re Mayor y con cuerdas alternas. No era muy difícil de calcar, pero había que dedicarle unas horas para que sonara fluido y calcado.
Una de esas tardes después de la siesta, me adecenté, me fui al ensayo y entre nuestras risas y cerveceos empezamos a tocar versiones y canciones propias. Hacía unos cinco años aprox. que la aventura de rock andaluz tocó a su fín, Khayr nos disolvimos y cada uno siguió un camino diferente.
Mis primeros meses sin compromisos musicales fueron efímeros, me mentalicé a no tener prisas guitarreras, a tomarme el mundo de las bandas con tranquilidad, era momento de descansar un tiempo tras ocho años de trabajo intenso a nivel creativo, de ensayos, conciertos, etc. pero el veneno del rock&roll no conoce antídoto y cuando me vine a dar cuenta, ya estaba de nuevo repasando canciones, creando riffs y buscando criaturas con las que compartir partituras, cerveza y sudor de ensayos kilométricos.
Tuve la inmensa suerte de poder trabajar con dos veteranos de la música en directo a los que ya seguía desde hacía tiempo y me enseñaron a tocar, a estar los tres solos en la clásica formación de batería, bajo y guitarra y hacerlo todo nosotros.


Ya no había coristas de voces negras, teclados pomposos ni arreglos preciosistas, éramos un trío sin focos de colores, en un escenario a ras del suelo, tocando entre la gente y sonando con fiereza, destilando actitud, veteranía, ganas y sonando con potencia. Era la escuela que me faltaba, la de la música en los bares, donde más he podido disfrutar tocando, con el respetable a pocos centímetros.




Una de esas tardes en el local de ensayo, nos visitó un concejal del Ayto. de Níjar para invitarnos a un fín de semana de actividades culturales en la Cala San Pedro, en Las Negras, Almería. En un principio nos pareció bien, la idea prometía, pero claro, siendo asiduos de esas costas y conociendo la orografía cruda, empezaron a asaltarnos dudas.
Desde el pueblo a la cala por tierra hay un único camino de tierra y no exento de peligros, se tarda una hora andando en condiciones normales y no es apto para cualquier persona. Nos dijo que tenían contratado unas embarcaciones para transportar equipo y personas.
Allí no hay luz eléctrica ni comodidades del siglo XX, nada que te pueda sugerir que aquello tiene actividad humana, pero vive gente. Días antes se llevaron un generador eléctrico de gasoil y un bidón de combustible.
El concejal y sus colegas se habían encargado de planificarlo todo y que no faltaran víveres ni cualquier otra cosa necesaria, ya que la embarcación no podía navegar de noche, es decir, nos dejaba en el lugar a media tarde del sábado y venía por nosotros a media mañana del día siguiente.


Al menos, la idea era original, descabellada y por eso mismo, atractiva a la vez. paseo y traslado de equipo en barca, invitados, bandas tocando y costeados de comida, bebidas, apartados de la civilización...casi una fiesta privada en un enclave único.
Había que ser minucioso y preparar con tiempo el equipo a llevarse, ya que allí no había nada y estaríamos incomunicados al menos doce horas. Repasé al menos cuatro veces todo lo que tenía que llevarme: cables, adaptadores, púas, cuerdas, conectores múltiples, guitarras, amplis, todo doble por si fallaba alguna cosa tener repuesto.


Legó la hora de cargar todo el equipo en la embarcación de fibra de vidrio de quillas en paralelo (salíamos de una playa de Las Negras con fondo pedregoso y poco profunda y las embarcaciones normales no pueden acercarse, porque las piedras entran en el casco como cuchillo en manteca) y mojándonos hasta la cintura hicimos una fila humana para llevar la equipación a cubierta y por último fuimos subiendo todos, unas cincuenta personas en total.
Y empezamos a navegar..


Una escasa media hora tardamos en llegar y recuerdo perfectamente lo emocionante que era estar en cubierta escuchando el ruido cíclico del motor mezclado con el que hacía la mar golpeando la embarcación, lo más parecido a una canción de heavy metal, rotundidad y armonía navegando cogidas de la mano.


La llegada a San Pedro fue mejor de lo previsto, esta zona está a resguardo de levante, el fondo es arenoso y ofrece un buen refugio natural a las embarcaciones. La que nos llevaba a nosotros pudo varar sin problemas en la misma orilla y casi ni nos mojamos para desembarcar.




De las primeras cosas que recuerdo de allí al estar en la arena, era el sonido de unos yembés que procedían de alguna de las casas-cueva que hay a escasos metros. Según tengo entendido, un particular compró la cala (desconozco en qué artículo de la Ley de Costas dice que se pueda vender una playa, pero parece ser que hay quien puede hacerlo) con el VºBº º de la Consejería de Medio Ambiente, pero la okuparon y la habitan unas pocas personas que viven a lo hippie, como vulgarmente se les conoce.
Por qué viven aquí? Muy sencillo, porque hay agua dulce, el único lugar en muchos kilómetros a la redonda.



Esta fuente recoge el agua de un manantial que tiene caudal todo el año, por lo que hace viable poder subsistir aquí y tener árboles frutales, etc.
Desde la época de los corsarios, no fueron pocas las veces que el lugar sufrió ataques invasores, no consiguiendo nunca poder tomar la cala.
Prueba de ello son los muros de su fortaleza o castillo que todavía aguantan de pie el paso de los siglos, con algunas zonas restauradas y habitadas o ubicaciones destinadas al ganado animal.

A pocos metros de la orilla ya habían instalado con anterioridad una carpa de unos sesenta metros cuadrados con su tarima de madera como suelo, todo muy bien asegurado por si cambiaba el viento. Ya había allí varias personas esperando nuestra llegada, por lo que el traslado del material y su instalación se hizo en un plis plas.

Se acercaban personas de otras embarcaciones de por allí a preguntar, todo el mundo estaba un tanto expectante con lo que iba a ocurrir en las próximas horas, especialmente los lugareños, los que se auto-denominaban habitantes del lugar y empezamos a darnos cuenta de que la bienvenida no sería tal.

''paz y amor...pero aquí mando yo'', son actitudes totalitarias y contradictorias a la vez, según entiendo.

No nos querían allí, no querían que pasáramos la noche allí y mucho menos con un motor de gasoil berreando decibelios, (aunque se ubicó bien retirado por eso mismo) y no querían que volviéramos por allí, casi nos querían obligar a que alguien fuera andando hasta el pueblo para que los del barco vinieran a buscarnos.
La cosa se puso seria y en ese momento, el señor del Ayto. que nos acompañaba y máximo responsable de aquello, sacó una documentación, les explicó todo el papeleo legislativo y nombró al Seprona.

Cuando todo se calmó y pudimos volver a la normalidad, organizamos nuestra cena y fuimos caldeando el ambiente para empezar a tocar las tres bandas que estábamos allí.
Y empezó la fiesta!


No sé en qué orden salimos, pero sí recuerdo hacer versiones de Living Colour, The Cult, AC/DC, Zeppelin, Guns & Roses, Leño y así, algo más de una hora.

Luna llena, cielo despejado y saturado de estrellas, la gente en la arena unos a nuestro alrededor y otros un poco más alejados y al final ya casi de madrugada, una buena jam entre los tres grupos, tocando cualquier cosa que se nos ocurriera. Alguien empezaba con un riff o un ritmo y los demás se iban agregando hasta hacer de una canción de cuatro minutos un show a lo Floyd versión desmadre playero.


Después de tantos años sigo sin poder saber por qué no me quité el sombrero en toda la noche, no se me ve el cartón ni hacía solazo precisamente a esas horas, pero sí sé todo lo que pude sentir y experimentar y el grato recuerdo que guardo de los compañeros de viaje, tanto músicos como invitados y por supuesto, del entorno y de lo que se organizó allí ese fín de semana. Desconozco si posteriormente se pudo hacer algo similar, aunque lo dudo, porque a nadie le llegó noticia alguna al respecto, lo que me hace sentir un privilegiado, tanto a mí como a los demás.

Sigo en contacto a día de hoy con casi todos ellos y alguna vez hemos comentado las anécdotas que surgieron durante esos casi dos días, como cuando un colega y yo encontramos un frigorífico dentro de una cueva, sin corriente eléctrica aunque guardaba refrescos en su interior, pero hay que respetar y conservar en privado ciertas anécdotas que ocurrieron, aunque quién sabe! jajaja igual en un futuro cuando sea más mayor y me patinen las neuronas se me pueda escapar algo inadecuado, pero seguramente entonces se me habrá olvidado hasta escribir.


Eran noches de sembrar arte y de otras, ni te cuento..





Mantengo humildes mis orejas.


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